Mi muy estimado amigo antititelles:
Hoy vengo a relatarle una historieta sin par. Ágarrese los machos, que vienen curvas.
No es un reallity, está ocurriendo. Se que algunos de estos juicios, personas más capacitadas los estimarán quizás descarados, y puede que también poco veraces, pero yo me limito a dar mi opinión y basta.
La cada vez más dominante
banalización de la gastronomía, junto con la acuciante necesidad por destacar y
diferenciarse de la competencia -dr
marketing dixit- hace que aparezcan como por arte de birlibirloque las
corrientes más curiosas y extravagantes
que uno pudiera imaginar. Recuerdo una tertulia radiofónica en la que
disertamos alegremente sobre la cocina del futuro. Si el tiempo lo permite
vamos a ver muchas de aquellas locas ideas hechas realidad, pero espero por
nuestro bien, que muchas de las mismas no lleguen siquiera a aparecer.
Las grandes exhibiciones de
imaginación y fantasía con las que el chiringuito alimentario nos viene
distrayendo ha sido con frecuencia freno de mano y lastre a la cocina moderna
de autor. En no pocas ocasiones se ha confundido la buena cocina de vanguardia
con lo que no es más que buena cocina del espectáculo, que diría Vargas-Llosa.
En los círculos del gastroquilombo de más rabiosa actualidad
ha irrumpido con fuerza la biodinámica, una corriente que defiende una serie de
pautas que aplicadas a la agricultura tienen el poder de conducirnos por la
senda del buen samaritano a través de nuestra alimentación (ver antroposofía). Una filosofía que resurge con fuerza
aprovechando el tirón de lo ecológico y al amparo de un nutrido, sumiso y
vulnerable público. Y aquí estoy yo para defenderle a usted, a capa y espada de
tan tremenda farsa.
La conjunción de la biodinámica
con la gastronomía la descubrí de la mano de Xavier Pellicer, durante una comida en el Racó. Nunca antes le había
hecho demasiado caso a la biodinámica, me parecía y me sigue pareciendo, algo
propio de curanderos, muy afín a los guiones de Cuarto milenio. También fue en
aquel estudio radiofónico dónde oímos a Isma
Prados hablar embelesado de un nuevo proyecto que iba a ser un bombazo (NONONO).
Del mismo modo que en su día
surgieron los restaurantes biológicos ahora la moda es “lo biodinámico”, otra
tendencia new age al estilo de la
cultura védica.
Yo también soy biodinámico:
Respeto a los ritmos de la vida,
de la naturaleza y de mi organismo.
Bueno,
bonito y barato. Nada de sex, drugs & rock&roll.
Enlaces de referencia: Antroposofía:
la secta y su banco - The
agriculture course
Agradecimientos: eSedidio, por
animarme
Don Xesco: hasta el colodrillo de intentar publicar un comentario. Ya se me han ido tres a sabediós dónde. Me temo que el problema está en la identificación vía wordpress.
ResponderEliminarHala, por no repetir. Que suscribo de la primera a la última letra (excepto el adjetivo en la referencia a la buena cocina del espectáculo) y hasta la última mota de polvo de su teclado, siseñó.
Y que animo a los gastrósofos a ser creativos, y que si les parece cool rescatar teorías de la época de la teosofía y el espiritismo, que prueben a remontarse un poco más y se hagan partidarios de la antropofagia, que tiene mucha más tradición, dónde va usté a parar.
Por último, si tiene ganas de escojonarse un ratillo con los patinazos ajenos, le animo a que busque el podcast de una entrevista con nuestro gastrósofo favorito del martes pasado en la ventana de la SER.
Revista CUINA, nº 141, enero 2013
ResponderEliminarArtículo "Biodinàmics, aliments amb ànima"
Todo más o menos bien, más o menos de acuerdo, más o menos... pero llegado a este párrafo:
"Creant bellesa vénen els éssers elementals. Crides els gnoms, els elfs, les ondines i les salamandres, que protegeixen els cultius"
Llegado a este párrafo me veo el próximo esmorzar de forquilla disfrazados de David el gnomo.
Tedacuen?!?!
Qué tal estará el elfo en papillote? Y la ondina a la sal?
ResponderEliminar