Querido compañero de
fatigas gastronómicas:
En esta ocasión le voy a
relatar a usted y compartir con todos una experiencia relativamente reciente en
un restaurante de por aquí que me reconcome. Ya sabe usted que no soy muy amigo
de compartir este tipo de aventuras, pues teniendo uno mismo una persiana
abierta al respetable debo mesurar mis palabros y ser prudente, no sea que los
palos repartidos le vengan a uno de vuelta así como de sopetón. Zasca! Sabe
usted bien y todos nuestros amigos lectores que acostumbro a guardar silencio
cuando la cosa no va todo lo bien que uno quisiera o los lugares visitados no
son de mi agrado pero en esta ocasión he decidido escribir y publicar lo
acontecido unas semanas atrás. Dejando
reposar el cabreo, éste se ha convertido en decepción y así, como quien no
quiere la cosa, el tono se apercibirá sutil, o cuanto menos, más suave. Veamos
pues como fue el asunto:
Entorno o antecedentes. Mañana
de asueto en la Ciudad Condal. Visita FNAC, libro, día del padre. Buscando mesa
para dos en los alrededores. Googleando nos dejamos llevar. Ganador por puntos
un chiringuito bien beneficiado en la Michelín, sucursal de un conocido
restaurante con solera y tradición. Les Corts, lunes mediodía, 14:00 hora zulú.
De entrada el lugar
aparece agradablemente decorado, luego mostraría su cara más impersonal. La
parroquia es de oficina, de traje y corbata. La oferta atractiva. Me tientan
los platos de cuchara, entre ellos unos garbanzos con morro y panceta de
antojo, pero dejándome llevar por la intuición femenina de la compañía
adoptamos la fórmula del picapica y segundo plato de oficio. Tengo, sabe usted,
la malsana costumbre de publicar en alguna red social de esas para foodies los
platillos que me calzo entre pecho y espalda. Para compartir y dar pistas de lo
que se puede encontrar por ahí. En el caso que nos atañe dejé de hacerlo al segundo
platillo, al ver que nada bueno podía salir de allí y de mis comentarios a pie
de foto. Este lugar no se merecía ninguna publicidad gratuita, además los
comentarios empezaban a sonar mal.
La elección fue la
siguiente: patatas bravas #muyfan, alcachofas fritas #muyfan y anchoas en
salmuera #I’m an expert; de segundo: entrecotte de ternera a la pimienta verde
y trinxat de huevo con jamón de bellota, foie y patatas. La cosa prometía, pero
no nos engañemos.
Que las patatas bravas
tengan una forma u otra no me preocupa en exceso pero que floten sobre alioli y
se acaben con un chorrico de reducción balsámica ya me duele. Luego, al comer
el contraste ajomodenil es muy puajpuaj. Creo que a Regol le daría un yuyu
chungo.
¿Alcachofas? Dos alcachofas
en láminas fritas en un bol muy cuco 9€. Y no, no es el precio lo que asusta,
que también, que no es de ley que unas alcachofas en invierno le cuesten a unos
lo mismo que un menú en el bar de al lado. Lo jodido del asunto es el tostado
subido, quemado que no tostado, infumable de todo modo.
¿Las anchoas? Bueno, de lo
malo lo mejor. Con un sabor a salmuera cabañil en do mayor y nadando en aceite,
con tomate claro, para joderme digo yo.
Fíjese usted que ya
pedimos el pan, una super “coca de vidre”, mitad con tomate y mitad sin. Lo
curioso es que ese pan tostado, pasados dos minutos era más duro que los
adoquines de Calatayud. Me pregunto yo… ¿no sería el pan del sábado? Oiga, que
se bien de lo que hablo, que así tostadito parece lo que no es…, en fin, pan
sentao.
Extrañose un joven
portugués…
Un desierto de valores. Ningún
lugareño atendía el chiringuito, oseasé, los meseros son forasteros y para nada
implicados, de tal manera que al retirar los platos del picapica nadie se
pregunta por qué no se lo comieron, a nadie parece importarle. El bol de chips
de alcachofa regresa prácticamente entero y el pan permanece sin tocar.
Curioso, no? El asunto no es que sean forasteros, el tema está en que desde un
buen comienzo ya ves que nadie responsable hay detrás de este servicio, que el
amo no está y que por aquí pierde aceite el negocio.
Una mesa de sesenta por
sesenta arrimada a la pared para dos que comen cositas para compartir. La comida
va llegando y ya no sabes cómo ponerte, cómo hacer sitio para tanto plato. Si
levanto la copa me colocan otro platillo y ya te espabilarás con tu copa. Eso
sí, la botella vacía permanecerá en la mesa hasta el fin de los días y la que
hace de centro de mesa, decoración y promoción de la casa, esa, esa también se
quedará ahí hasta el final. Poco importa si hay sitio o no para tanto platillo.
La espera desespera. Llega el entrecote y antes de asentarse en
la mesa ya advertimos que viene crudo, que nos lo pase un poco más. ¿Crudo?
¿Quiere decir? –Nos ha jodío el muchacho! ¿Pero no ves ese color colorado
alrededor? Pues ese color dice que por aquí no ha pasado el calor chaval, anda,
anda, llévatelo y dale unas vueltas por favor. Respecto al huevo, todo bien
excepto el maldito fuá. ¿Por qué le llaman foie cuándo no es más que fuá? Esa
masa deforme de aspecto repugnante que se desintegra nada más tocarlo, de color
pardo asqueroso que no invita a nada, por Dios! Si no sabes, pa qué te metes?
Ah, por cierto, el entrecote estaba cortado con la cortafiambres y entre
congelado y descongelado. Ese tipo de corte se nota, liso liso.
Paso del postre, paso de
los cafés. El camarero que bosteza a destajo y juega con el móvil viene a
limpiar la mesa tras advertir que le susurro a mi compañía aquello de “pero si
está jugando con el móvil???!!!” como quien no quiere la cosa, y si, me oyó
perfectamente. Las cuentas claras, la vajilla de lujo.
Al punto rastreo twiter y les
mando un tuit: decepcionado, esperaba más de ustedes.
Siga esperando podría ser
su respuesta. Ya saben, quien calla, otorga.
Para fiarse de la Michelín
@gastromimix
Madre de dios!! Que mal está el tema... Que mala pinta las fotos...
ResponderEliminarEncima hay que pagar! Cuanto chapuza suelto!
Un beso chef!!
A Regol no sé, espero que no, pero a mi con ese módena sobre las bravas me sangran los ojos.
ResponderEliminarBien fatigado le veo querido amigo.
ResponderEliminarDe todas maneras no veo yo que eso sea un mal día, más bien es un mal de todo. Y lo peor son las pocas ganas de quejarse que suele tener el comensal de la península.
Esa misma actitud la estoy empezando a ver, oír y sufrir en las mesas bogotanas. Eso sí, también hay restauradores preocupados por la opinión del cliente y que además, actúan en consecuencia.
Bravo por los que escuchan, bravo por la humildad y bravo por la autocrítica.
Es evidente que ninguno de mis bravos va hacia ese local de Les Corts...
Sufra usted menos!!!
Me ha picado la curiosidad de saber de que local se trata..:)
ResponderEliminarPero la realidad es que estas situaciones són tristes e inexplicables.
En mi caso al no tener persiana abierta, los hubiese descrito con detalle , pero entiendo que la discreción es necesaria.
Abrazo..!
Mas que satisfacer la curiosidad, salvar del tropezón a los incautos XD.
EliminarYo si que me quedo con la duda.
Habrá que investigar...
A comer bien... si nos dejan!
Eso te pasa por pedir fuá. Y por no ponerle perejil a san pancracio antes de salir de casa.
ResponderEliminar