Lo cotidiano ocurre en una rica aunque pequeña población de Andalucía a
finales del XIX. Por aquel entonces los viñedos de la villa aún no habían sido
destruidos por la filoxera y sus exquisitos vinos iban a venderse a Jerez para
convertirse en jerezanos. Rústicos labradores, hortelanos, verduleras y
carniceros confiaban y dependían en gran manera de las buenas artes de Don
Paco. Tan campechano era que disfrutaba del envidiable favor de sus paisanos.
Con frecuencia era obsequiado con jugosas viandas según la estación, un día
eran higos en almíbar, otro eran lechugas tiernas, ciruelas claudias o los
melones más dulces y aromáticos de la huerta. Dicen también que cuando alguna
becerrilla se averiaba y había que sacrificarla, por cierto podemos tener que
la lengua, los sesos y lo mejorcito del lomo no se presentaba en otra mesa sino
en la de Don Paco.
Don Paco acabó siendo propietario de unas pocas buenas fincas a pesar de en
su mocedad no tener más que el día y la noche. “Con tantos oficios florecía él y medraba que era una bendición del
cielo”. Suyos eran los garbanzos más gordos, tiernos y mantecosos de toda
la provincia, y en cuya comparación sería balines los tan afamados garbanzos de
Alfarnate. Tenía también no pocos olivos que daban buenas gordales, más sabrosas
que las de Córdoba. Y así pues disponía de una de las mejores viviendas del
pueblo, con lagar, bodega y corral donde no faltaban rollizas gallinas. En el
patio lucían tiestos de albahaca, brusco, hierba luisa, evónimo, miramelindos y
dompedros. De todos modos conviene saber que de todo este poderío era Don Paco
deudor del cacique del pueblo, a quien este servía con la mayor lealtad y celo.
Entre dimes y diretes discurre esta obra de Juan Valera y Alcalá Galiano.
Libro de lectura obligatoria en la enseñanza de este país durante gran parte
del pasado siglo XX. Me ha llamado especialmente la atención no solo por su
fácil lectura y hábil ingenio literato, que también, sino especialmente por el
trato de las cosas del comer. Sus abundantes referencias a las comidas de a
diario o a las costumbres más asentadas en torno a la mesa me hacían retenerme
por algo más de un instante. Releyendo aquí y allá, apuntando cuanto chispeaba,
tomando nota, memorizando y
redescubriendo el pasado. De Juanita la larga, lugareña para nada vulgar y
adocenada no hay más que hablar pero de viandas, guisos y potajes se podría
rellenar un pilón. Recomiendo desde aquí y sin dudar por un momento esta
agradable lectura a quienes quieran indagar un poco en las formas del comer de
aquellos aciagos tiempos. Un tiempo, digo yo, que andaría próximo a la primera
república y en el que los que comían bien eran censurados por su glotonería o
despilfarro, mientras que los que comían poco y mal, eran tildados de
miserables, hambrones y pereciendos. Amigo mío, es este un libro fácil de
encontrar y bueno de saborear.
Aquí dejo para compartir unas cuantas líneas transcritas literalmente de la
edición de 1895 y que servirán de frugal refrigerio. Unas citas no reflejan
suficientemente el festín en palabras que nos ofrece la novela pero sí de
aperitivo.
“…los regalos de don Paco llueven
sin descampar por aquella casa; ya envía un pavo, ya una docena de morcillas,
ya fruta, ya parte del chocolate que le regala su merced…”
Algunas frases simpáticas que se ayudan del yantar para frasear, a pelar un piñón, harina de otro costal,
pelar la pava, dama de media almendra…
“Otras distracciones, casi siempre
gastronómicas, suplían la falta de juego. Juana, que era tan industriosa, solía
hacer helado en una cantimplora que tenía; pero con más frecuencia se
entretenía comiendo ora piñones, ora almendras y garbanzos tostados, ora flores
de maíz, que Juanita tenía la habilidad de hacer saltar en muy bien en la
sartén, y ora altramuces y a veces hasta palmitos, cuando los arrieros los
traían e la provincia de Málaga, porque en la de Córdoba no se crían”
“Estas rústicas semicenas, dignas de
ser celebradas por don Francisco Gregorio de Salas en su famoso Observatorio,
deleitaban más a don Paco que hubieran podido deleitarle las antiguas cenas de
Trimalción o de Apicio y las modernas de la Maison Dorée o del Café Inglés en París,
pareciéndole mejor aquellos groseros alimentos que la ambrosía que comen las
deidades del Olimpo, ya que Juanita, comiéndolos, les aportaba cierta celestial
u olímpica naturaleza.”
“…aroma de aceite frito de más de
quince buñolerías donde gitanas viejas y mozas freían y despachaban de continuo
esponjados buñuelos, con aguardiente o con chocolate…”
“Había por último, en la feria
nocturna siete u ocho mesitas de turrón, y hasta tres confiterías, donde lo que
con más abundancia se despachaba eran las yemas, los roscos de huevo y las
batatas confitadas.”
“Para que críen robustos, después
que los ha amamantado Juanita, Juana los desteta con chorizo, longaniza y
asadura de cerdo.
Su actividad culinaria no decae, a
pesar de su edad. Sigue haciendo la matanza, la carne de membrillo, el arrope y
las frutas de sartén, en las casa más principales. Ha importado nuevos guisos
en la cocina local y hasta inventado dos o tres con sorpresa y general aplauso
de los gastrónomos.”
Y no digo más, que no es cuestión de resolver el acertijo ni encontrar
filón alguno. Hace cuatro días el gurú de los fogones predecía el fin de los
libros. Pero no es cierto, esto, queridos amigos gastrónomos, les digo que no
tiene fin.
A más ver,
Q.L.B.L.M.
Un buen recopilatorio de todo un clásico. Deberá estar en toda biblioteca gastronómica que se tercie.
ResponderEliminarUn abrazo
Pues si Anna, es una belleza de libro. Hace años, cuando le hice una primera lectura no fuí capaz de sacarle el jugo a las aportaciones gastronómicas. Ya ves, a veces, una segunda oportunidad tiene premio. Gracias.
Eliminar¡Buñuelos con aguardiente! ¿Ves? Eso criaba hombres y no lo de ahora.
ResponderEliminar¿No queríais democracia? Pues ale! Aqui la teneis!
Ahora el aguardiente se lo ponemos en la masa de los buñuelos que no es lo mismo que regarlos con una buena copa. Ya ves cómo cambian los tiempos y los hombres!
EliminarQuerido amigo y bibliófilo,
ResponderEliminarQuerido "Starlet",
Hablando de hombres y aguardientes, el sábado pasado tuve mi primer encuentro con el aguardiente colombiano. Nocturnidad y alevosía mediante, me recreé en licorcito ya que me devolvió recuerdos de nuestro Anís El Mono. Hoy martes todavía lo estoy pagando....
De Juanita... gran ejemplar centenario y bonitos textos que reflejan una época de grandes contrastes. Cultura necesaria para entender el hoy. Y respecto a las palabras de gurú sobre el hipotético holocausto alejandrino, yo estoy con usted. Larga vida a los libros y al papel.
Me alegra en demasía su vuelta a los ruedos. Abrazos sudacatalanes.