28 de diciembre, el día de las bromas pesadas y los engaños banales.
Hoy nos conformamos con intentar descubrir que noticias o artículos 'fantasmas' nos cuelan los medios de comunicación hablados y escritos. En las redes sociales se 'cuela' algún comentario en los perfiles para engañar al personal y generar comentarios de sorpresa o incredulidad. Por contra, recuerdo que de pequeño recortábamos en papel de periódico las típicas siluetas de muñequitos para pegarlas en las puertas de los vecinos de mis abuelos para tocar después el timbre y salir corriendo escaleras arriba o abajo. Tampoco hace tanto tiempo de eso…
He intentado relacionar esta curiosa festividad con la gastronomía y, para mi sorpresa, he tenido que remontar hasta el siglo XIX y volver a alimentar las teclas con los datos que legó a la memoria folclorista el ilustre Joan Amades. Así pues, en aquel lejano 1840, (curiosamente J. Amades pone dicha festividad en fecha 27 de diciembre… ¿error tipográfico?) el 28 de diciembre era el día en el que los jóvenes, “sobretodo los chicos”, paseaban por las calles cargados de muñequitos de papel, o simplemente de papeles arrugados o trapos sucios, los cuales colgaban en las partes traseras de las faldas de las viejecitas.
Els innocents, llufes. Joan Amades |
También era típico llevar un guante lleno de hollín o ceniza atado en la punta de una vara y dar una cachetada a las mujeres que paseaban. Al salir el polvo gris o negro de dentro del guante, dejaba la cara de la víctima hecha unos zorros. Más educada era la broma de esconder a un cómplice bajo trapos dentro de un cesto y pedir ayuda a algún transeúnte para poder cargar el bulto al hombro. Si el voluntarioso paseante no recordaba qué día era, al intentar cargar el cesto, salía de dentro el chiquillo haciendo “pam i pipa” y el incauto recibía un buen susto y sonora burla.
Otra típica broma era dejar en el suelo una moneda atada con un fino y casi invisible hilo. El jovenzuelo se escondía en algún rincón y tiraba de la otra punta del hilo cuando algún listillo intentaba recoger la moneda. Los universitarios ya más creciditos, se dedicaban a “coser viejas”. Iban por las iglesias y, a las fieles que estaban arrodilladas y concentradas en sus rezos, les cogían con un alfiler la parte inferior de las faldas con la parte superior, y cuando se alzaban se encontraban con las faldas al aire y remangadas.
Y llegamos a los engaños y bromas propias de los Gremios de artesanos. La más cruel era la que solían hacer los herreros que consistía en poner una herradura vieja al fuego y, cuando estaba al rojo vivo la tiraban en medio de la calle. Siempre aparecía un despistado que sin recordar la fecha de aquel día y atraído por el valor de aquella herradura, trataba de recogerla. No hace falta comentar los gritos y blasfemias que se sucedían después…
Daniel Jordà. Foto de M. Isarrualde. CUINA 114 |
Los artesanos de la pasta ("fideuers"), ponían hilo entre los fideos, los cuales al ser hervidos acababan convirtiéndose en una amalgama incomestible. Los pasteleros añadían esparto y otras delicias dentro de los pasteles y golosinas que se venderían ese día. Los panaderos colocaban alguna astilla o trocito de madera dentro de las barras de pan (“llonguets”). Y en el colmado podían venderte un paquete de ceniza en lugar de uno de harina, azúcar, sal o cualquier otro ingrediente que uno comprara despistado.
También era típico intentar timar alguna cantidad de dinero. Uno lo pedía prestado y, si confiado e ignorante de la festividad, el otro lo prestaba, al intentar cobrarlo otro día, el timador contestaba con el dicho: ‘que los inocentes te lo paguen’ y así se quedaba exento de devolver dicha cantidad.
No estoy muy seguro que, con la que está cayendo en nuestras respectivas economías familiares, esta última broma pudiera acabar con algún descalabro o “a guantada limpia”.
No en vano, diciembre es el mes por excelencia donde los aficionados al mundo dulce disfrutan de una vasta oferta. No es mi intención extenderme y únicamente citaré dos deliciosos libros donde aparecen reflejados los dulces típicos de estas fechas en Cataluña.
El primero es la Guía del Goloso, editado en 1958. “publicado gracias a la orientación y enfoque” del Gremio Provincial de Confitería y Pastelería de Barcelona. La dirección técnica corre a cargo de Jaime Sàbat Aumasqué. Está ilustrado por numerosos artistas de la época, dirigidos por José Luis Florit. Lo documentan escritos de plumas tan ilustres como Domingo de Fuenmayor, el propio Juan Amades, “Sempronio”, Carlos Soldevila, Arturo Llopis, Néstor Luján y Juan Cabané.
Este último, gastrónomo y publicista (Sabadell 1903 – Zaragoza 1970), nos detalla la golosa lista, rápida que no completa, del mes de diciembre, amén del “señor turrón y su inseparable amigo, el barquillo (neules)”: "confitura de higos, crema de castañas, los Bunyetes, las crepas de miel, los Millàs, las coques de almendra, el raimat de pasas, el rasiné de Prats de Molló, pan de bizcocho de anís de Olot, roscas de montaña, confitura de frambuesas del Canigó, croquetas navideñas de crema frita, el carbón de azúcar que traerán los Reyes Magos o que “cagará en Tió”. Cita también la práctica, cada vez más extendida desde los años 20, de confeccionar Culebras de Mazapán, de origen andaluz; y los Troncos de Navidad, de origen francés (“Büche de Noël”).
Dibujo de Cifré. 1958 |
El segundo libro es el Calendari Llaminer, editado por la Diputació de Barcelona en 1989, con textos de Francesc Parcerisas, ilustraciones de Lluïsa Jover, documentación de M. Antònia Pelauzy y recetas del pastelero Xavier Canal. Por supuesto, y tal como escribía Joan Cabané en aquel año 58, el mes de diciembre está dedicado a “les neules i els torrons”. Además de la valiosa documentación que aporta este libro dividido en 12 meses y 12 dulces típicamente catalanes, quiero transcribir unos versos que me han parecido muy entrañables.
Del poeta y famoso pastelero del barrio de Sarrià, J.V. Foix que rememora las esencias del turrón: la miel y los piñones:
Si fos panicer dels frares,
als afores de Riells,
couria fogasses cares
prou farcides de mels rares,
i pinyonats a garbells.
Vindría a fer ballmanetes,
i a omplir la post, de puntetes,
de flaons i de crespells.
Los mismos ingredientes que, en otra punta de la península, destaca este “Cante de aguinaldo” murciano:
Si quieres tortas de Pascua
Que alegran los corazones
Vente que tengo en mi casa
Con almendras y piñones.
Y, finalmente, Josep Carner, evoca una NEULA en estos versos:
La neula d’or, que als llavis tens parada
En un gest primmirat, que vol i dol,
Restreu d’amor una cançó oblidada
Amb son caient llunyà de flabiol.
Jaume Sabat Aumasqué fue un asiduo colaborador de la revista "El Gorro Blanco" a principios de la segunda mitad del s.XX
ResponderEliminarJaime Sabat, director de la Escuela Profesional de Confiteria y Reposteria de Sant Cugat del Vallés realiza la revisión del capítulo dedicado a la reposteria en el libro "La cocina" (Ed. Nauta. Bcn 1972, prólogo de Joan Perucho)de Carlo Santi y Rosino Brera.
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