Un viaje gastronómico en familia
Unos días en familia de turismo invernal por la costa de Levante nos lleva hasta Dénia. Le debía una visita a un amigo desde hace tiempo y finalmente nos decidimos, hicimos las maletas, que cuando vas con niños se multiplican, y después del servicio de mediodía del domingo nos pusimos en marcha. Un viaje tranquilo, más relajado y rápido de los esperado, los diablillos durmieron todo el camino.
En el Hotel nos esperaban, nos acomodamos en la habitación y cenamos en el restaurante anexo, Ticino, una pizzeria hermosa, de las que da gusto comer en invierno pero que en verano seguramente no pisaría ni gratis. No me gustan las pizzas, bueno, la mayoría de ellas. Encontramos en la carta lo que se espera en un lugar así, pizzas, pasta fresca buenísima, y pocas referencias para carne o pescado. El menú: una ensalada Cesar, Carpaccio de pulpo, Solomillo de cerdo y Escalopa de ternera, todo rico y abundante, acompañado de Pan de pizza con parmesano, una delicia. El vino mejor olvidarlo, un rosado 2008 más oxidado que mi columna, con Casera y fresquito entró. Y de postre... sucumbimos a la dictadura del Tiramisú, hecho en casa, buenísimo.
Amanecer con vistas al mar Mediterráneo, primera línea de mar, el puerto y la lonja de pescadores a nuestros pies. Un paseo por el litoral, de compras por el centro (“La cocina marinera de Dénia” de Toni Roderic i Tost)), visita al museo del juguete, regreso al hotel y comida en El Raset. Comida con mayúsculas. Coca de cebolla, atún y espumita de almendra, Jamón Jabugo SRC con coca de pan y tomate para huntar, Ensalada envuelta de cangrejo real, Cigala con patata de tenedor, careta y su consomé, Gambas de Dénia hervidas, Arroz a banda, Pescadilla de la bahía con coliflor, curry y crustáceos, riquísima, Gran vino de Alicante (El Sequé). Dios. ¡Qué bien se come en El Raset! Y de postre... Estofado de manzana con crema, crumble y helado, fresones con chocolate blanco y Macadamia, carajillo, cortado y surtido de dulces para terminar. Un lugar de lo más recomendable amigos.
Al atardecer visito invitado la lonja de pescadores, veo cómo llegan las barcas, cómo descargan y un buen rato de subasta. Una agradable experiencia y buenas fotos (ver slide).
A los pies de El Montgó, de cena en Ticino due, otra pizzeria con gusto, de diseño ejemplar, con gusto, buena cocina y buena atención. Pasta fresca de verdad, unas olivas excelentes y grandes ensaladas. Buena Bodega.
Nos a vamos a Cocentaina, dando un paseo, nos presentamos en el restaurante Olea, en donde oficia otro querido compañero. Bonito lugar de estilo colonial. Ofrece una cocina de la tierra refinada y puesta al día, sin grandes alardes pero honesta y con nombre propio. Degustamos unos entrantes deliciosos, croquetas negras de bacalao y sepia, pericana al estilo de la casa, calamares salteados y fritos con verduras de cocción justita y alcachofas rellenas de ragout de ciervo. Seguimos con una lubina salvaje requetebuena. La tentación se presentó con nombre de torrija y el omnipresente coulant de chocolate, esta vez bien ejecutado, sabroso y amoroso. Gracias David por tan excelente comida y por el trato recibido.
De nuevo en Dènia para cenar en el puerto. Esta vez cenamos solos, en el restaurante no había nadie más, un hecho insólito nos comentaba Fernando. Esta crisis se nota en todas partes. Mejillones, jamón, ensalada y arroz para todos, un rodaballo con setas y a disfrutar. ¡Ah! Qué rico estaba el irlandés.
Al día siguiente visitamos el mercado local antes iniciar viaje de retorno. Unas compras: sobrasada de la Marina, longaniza pascual, salchichas con pimentón colorao y pelota para el puchero. Los pescados secos los vimos pero de comprar nada de nada.
Escala técnica en Peñíscola para comer: chipirones fritos, boquerones en vinagre, cañaillas y espardenyes al ajillo. Un buen arroz para todos y continuando el viaje. De nuevo escala en Vinarós, ya habíamos visitado su mercado del pescado en otras ocasiones y por lo irresistible de su oferta se hacía necesario repetir: langostinos de la bahía, almejas, ventresca de atún, salmonetes, rodaballo y lenguado. Al llegar a casa teníamos la cena resuelta.
Cenamos en compañía de los abuelos y entonces descubrimos que la madre de mi suegro venía de Cocentaina. Un mundo lleno de coincidencias.
Gracias Fernando, gracias a ti y a todo tu equipo por las atenciones dispensadas, por el excelente trato recibido, por tu amistad, tu compañía y la buena conversación, gracias por las fotos, por las recomendaciones y por tu hospitalidad. Gracias por tan buena mesa, mesa y mantel. Una vez más, mil gracias.
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