Porque nos gusta comer, no comer como una lima, sólo comer. Es señal de alegría y concordia. Esta sería mi respuesta, son habas contadas, una respuesta poco meditada pero que se me antoja cierta. Cierto es también que se me ocurren muchas razones pero esta me vale. ¿Te vale a tí?
En casi todas las reuniones de amigos, familiares y colegas, aunque en este caso podía ser más normal, en un momento u otro se habla de comida. Hacemos buenas migas.
El caso es que también nos apuntamos a freír espárragos o a celebrar lo que sea con una cenita, un almuerzo o una merienda. Quedamos con los amigos para cenar, salimos a comer, montamos una costillada o hacemos un frankfurt más bueno que el pan, no importa pero que no te la den con queso ¿Y la Iglesia? También está ahí, casi todos los sacramentos van unidos a un festín, ni es carne ni es pescao, las festividades religiosas se acompañan de un dulce con frecuencia y otrora imponían ciclos de ayuno, abstinencia, ¡témporas!
Los cursos de cocina proliferan como hongos por pueblos y ciudades. Por cierto esta semana comienzo un curso con el título de "Cocina sencilla para todos" (Martorell, "La Merçè") que está ya bastante llenito. Recuerdo multitud de personas interesadas por la cocina, en su versión profesional o en su vertiente más cotidiana, jóvenes y no tan jóvenes, hombres y mujeres.
Si claro, el mero hecho de hablar de cocina indica una condición social determinada. De hecho, tiene que estar saciada la necesidad de comer, no se habla de comida si hay hambre, no del mismo modo. Los gourmets, cocinólogos, críticos gastronómicos no viven en Somalia (que yo sepa). Que a panza llena, no hay pena; y en la panza vacía no hay alegría.
Que si todos llevamos un entrenador de fútbol dentro, un matasanos, un farmaceútico, un psicólogo, que si todos sabemos de economía, de comprar o vender viviendas, eruditos vaya, ..., pues, todos somos cocineros ¡leches! En realidad todos trasteamos en la cocina. ¿No? Hablemos de ello y lo hacemos. Por eso, amigo M. Kowal, dame pan y dime tonto, que hay que separar el grano de la paja porque Al pan duro, diente agudo. Que todos escriban de cocina ha posibilitado encontrar a algunos que molan, ya me entiendes. Por cierto, Fuente las vacas es imprescindible.
Cuando un extranjero se integra, cuando ya habla el idioma, de repente se da cuenta que cuando dos paisanos se ponen a hablar del yantar pierde la concentración, aparecen las rarezas léxicas y tiene lagunas al interpretar, sobretodo los matices. Además todos tenemos unos guisotes, unos referentes culinarios que son propios e irrepetibles, que incluso nos identifica, aquellos que son los de la abuela, de la madre, del pueblo, de mi tierra, que desarrollan un código culinario indescriptible. Todo esto y muchas cosas más le dan unas características que escapan de la percepción del no introducido es ¡como agua de borrajas!
Hablo como como. ¡Toma Jaume!
Ya lo decía el filósofo Andrea Tagliapietra en "La gola del filósofo. Ilmangiare come metafora del pensare".
Y transcribo. ¡Qué deleite!
"Tenemos apetito de conocimiento, sed de saber, y hambre de información, devoramos un libro, nos empachamos de datos ... nunca nos hartamos de cuentos, no commos las palabras, rumiamos alugún proyecto, digerimos a dunas penas unos conceptos mientras que asimilamos mejor unas ideas que otras. Nos bebemos las palabras de alguien que nos narra una historia sobre todo si emplea dulces palabras y evita hacer amargas consideraciones, comentarios ácidos o repulsivos o, peor aún, insípidos o desabridos. Por algo los cuentos más apetitosos son aquellos salpimentados de anécdotas graciosas, descripciones picantes y metáforas sabrosas."
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Gracies!
ResponderEliminarvoy acabar ruborizándome.
Y gracias por descubrirme lo del teriyaqui. Ahora solo me falta dar con el pescado apropiado. Con todo la salsa roux con salsa de soja, no esta tan mal... ya se que no es un descubrimiento cumbre, como el pil-pil por poner un ejemplo, pero bueno.
Salud
M.Kowak, no se puede entrar en Fuente LasVacas...?!?
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