Querido
amigo, compañero perpetrador del blog y, desde hace unos días, coautores usted, un servidor y otros tantos gastrofrikis, de un librico que recopila nuestras recomendaciones gastroliterarias.
Felicidades de ida y vuelta.
Leo y veo,
con envidiosa alegría, que goza usted de buena salud dominical para cuanto esmorzar de forquilla se le ponga por
delante. Yo por aquí sigo descubriendo tentadoras frutas, ingredientes
sorprendentes y platillos pantagruélicos
que le iré contando en breve.
Por contra,
este país de grandísimos contrastes sociales me ha llevado a descubrir una “culinaria” que, si bien mis neuronas
publicistas podrían entender (bisnis is
bisnis) o incluso defender (mecagonelmarketing),
mis neuronas cocineriles no.
Usted sabe
de mi gran devoción perruna. También sabe de mis jovenzuelas gatas, Bleda (en
honor al nuestro querido MVM) y Chufa. Pero en ningún momento me veo oficiando en
los fogones para ellos, ni para ellas, ni para ningún animalesco comensal (los
animalescos comensales de traje y corbata que usted y yo conocemos son caso
aparte). Pues bien, resulta que en Bogotá existe una pastelería donde los
perros pueden ir a comer galletas, tortas o panes con productos naturales; o
mejor dicho, los dueños a comprar fruslerías para sus mascotas.
No sé si se
convertirá en fructífero negocio pero, lo que si le cuento amigo mío, es que en
Bogotá existe una ingente cantidad de canes. Tantos, que existe el “oficio” de paseador de perros, eso sí,
con menos glamour que en Miami o Rodeo Drive. Tantos, que uno encuentra
establecimientos veterinarios en la misma proporción que bares en Santa Coloma
de Gramenet, y le recuerdo a usted que aquí, en la capital, somos 8 millones de
habitantes.
En la carta
encontrará usted torta de manzana o de banano, hasta una de pollo, queso y
espinaca. Y así hasta 20 productos elaborados con pollo, carne, verduras y
frutas.
En fin, la
historia nos cuenta que no es el primer caso, ni será el último en el que se consiente
al paladar de las mascotas como si del buche de Alexandre Balthazar Laurent Grimod de La Reynière se tratara. Seguro que recuerda usted los patés con los
que se alimentaban los gatos del Cardenal Richelieu o los banquetes a los que
asistía Incitatus, el caballo predilecto de Calígula, equino que además fue
nombrado cónsul y corregente de Roma.
También los
anuncios nos muestran, desde hace ya algunos años, a perros y gatos siendo servidos
cual restorán estrellado, con carta y todo, oiga usted. Estoy seguro de que Get Jiro no dudaría en descabezar por partida doble, a dueño y mascota, si se
acercan a su barra para ordenar un par de California Rolls para llevar.
Lo siento
mucho pero no. No me encontrará usted comprando unos muffins (a.k.a. magdalenas)
o unas cookies (a.k.a. galletas) para consentir a mis gatas o para premiar a
los nueve perros que campan a sus anchas por el condominio familiar. Animales
todos a los que un servidor adora con generosa alma gourmand, pero que se alimentan a base de pienso industrial y que,
de vez en cuando, hago gozar de guarnición con los restos óseos de la carn d’olla o con las verduras de un caldo dominguero.
Abrazo de perro canalla y gato de callejón.
Pantxeta
Abrazo de perro canalla y gato de callejón.
Pantxeta
No hay comentarios:
Publicar un comentario