Que te sorprendan es cojonudo. Pero las sorpresas son aún mejores
cuando se disfrutan en compañía. Hace algunos días fui convocado a una reunión
informal en un restorán y en una zona de Bogotá apenas conocida por un servidor.
Mis cicerones eran Marcelino, Santiago y Diana. Trío de excelentes
profesionales. Mentes diseñadas para la creación de sinergias en el mundo de la
hostelería colombiana que, dicho sea de paso, tantísimo necesitamos por estos
parajes de los trabajadores del condumio, esos llamados chefs.
Una gozada de reunión salpicada de sabrosa, crítica y
enriquecedora conversación a cuatro bandas. Gracias de nuevo a los tres, ahora
desde las teclas de Gastromimix. Pero mi intención primera es compartir aquella
sorpresa restauradora con nuestros lectores de las Españas y de las Colombias. El
susodicho y sorpresivo local está a una cuadra del kilométrico Park Way
(pronunciado igualito que el diseñado por Antoni Gaudí en mi añorada Ciudad
Condal), en el otrora céntrico y popular barrio de La
Soledad de los años 40 y siguientes. Barrio que se recupera ahora con
propuestas y puesta en escena más bohemia, cultural, artística, sana, intelectual
y, hasta me atrevería a decir, pelín hipster. Así pues, y como no podía ser de
otra manera, restaurante elbarrio. O elbarrio restaurante. Así, en minúsculas y arrejuntado. Calle 39 #21-11.
Casa esquinera con terraza en la que provoca tomar
tempranero aperitivo, trago vespertino o cóctel con nocturnidad y alevosía. El
interior nada tiene que envidiar a locales fashion-vintage de Madrid, Barcelona
o San Sebastián. Cada vez disfruto más de las mesas sin mantel, en este caso
sustituido por floreados individuales de aire retro. Poca luz que dificulta la
lectura de la carta pero que ayuda a intensificar conversaciones y
confidencias. Me dejo llevar por las recomendaciones de las que me había documentado
el día anterior y por las sugerencias de Marcelino.
Para empezar, todo al medio y “quien parpadea, pierde”.
Sutiles y sabrosos los rollitos de sancocho* a los que sugiero una fritura más
severa para conseguir el crujiente perfecto y un emplatado en plano para
disfrutar sin reparo ni contemplaciones de ese ají casero tan delicioso.
Me sorprendieron enormemente las salsas por su sabor y su
ejecución, tanto en las croquetas de yuca y queso, como en las albóndigas. Las
primeras con una ácida, láctea y untuosa salsa de queso costeño y paipa; y las segundas con una golosa salsa de tomate. Bendito pan para rebañar
la cazuelita. Me quedé con las ganas de probar sus famosas morcillitas con
uchuvas. En otra ocasión. Seguro.
El señor marrano es mi debilidad en todas sus formas, protección
coronaria mediante. Así que no quedó más remedio que rendirse ante una monumental
bondiola marinada y cocinada a baja temperatura. Sin prisa, sin pausa. Al
guisar y al embaular. Placer pantagruélico el de la bondiola que, a un
servidor, le deleita más que el propio lomo del gorrino, siempre y cuando esté
perfectamente cocinado como en este caso. Rica pera escalfada al vino tinto e impecable salsa, sin grumos y brillante, aunque excesivo dulce de toda la comparsa: mermelada de cebolla, salsa y fruta.
La combinación con algún agrio, picante o ácido sería ideal para cortar el
exceso de grasas y glucosas en el paladar.
La tertulia y el placer de la buena compañía se alargó y no quedó tiempo para los postres. Otra buena excusa para volver. Los fogones están comandados por Iván Ospina, quien apuesta por una comida casera y artesana, a la par ingeniosa, basada en los sabores típicos con los que un colombiano ha crecido. Memoria del paladar trabajada con aguacate, panela, ají, queso costeño, cilantro, paipa, hogao, maíz, suero, uchuvas, mariscos, plátano, caracoles, “a caballo”, envueltos, chontaduro, cebada, papa, mote, ñame, coco, jengibre, limonaria, melado, cidra…
Recomendadísimo y buenérrimo lugar de donde salir más feliz
que a la entrada, con el estómago ricamente restaurado y los pesos muy
moderadamente gastados en comparación con otras ofertas de esta carísima y gastronómica
Bogotá. Bravo por elbarrio, bravo por La Soledad.
*sancocho: En Colombia y algunos países del Caribe y de Hispanoamérica, hervido que varía en sus ingredientes, pero en el que entran principalmente tubérculos, y carne de res, de ave o de pescado. Lo esencial es la sustancia de su caldo. Cambia de componente según las regiones. En la costa atlántica de Colombia, a los elementos que entran en el sancocho se les llama vitualla.
*sancocho: En Colombia y algunos países del Caribe y de Hispanoamérica, hervido que varía en sus ingredientes, pero en el que entran principalmente tubérculos, y carne de res, de ave o de pescado. Lo esencial es la sustancia de su caldo. Cambia de componente según las regiones. En la costa atlántica de Colombia, a los elementos que entran en el sancocho se les llama vitualla.
Diccionario de vozes culinarias. Lácydes Moreno Blanco.
1ª edición agosto 2008. Universidad Externado de Colombia.
Muy bueno yo tambien lo he visitado, el servicio es muy demorado para mi gusto.
ResponderEliminarLes recomiendo mejorar el diseño del blog esta muy del año 2000
buen sitio, buna comida , buenos precios en comida y bebida, aveces repiten música pero esta también es buena
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