miércoles, mayo 7

9º Premios La Barra 2014

Vaya por delante que no soy muy amigo de premios, rankings, listas o mejunjes variados. Sin lugar a dudas, los considero más como herramientas de marketing y de estrategias de comunicación que el reflejo de una realidad del cocinero de trinchera, de unos gustos populares o del que se deja la piel en sus fogones para seguir adelante cada día. Tampoco digo que los que aparecen en ellas no sean grandísimos profesionales, currantes y referentes. Pero, ni son todos los que están, ni están todos los que son. Y, por supuesto, ni siquiera la cuasi centenaria Guía Michelin o los recientes The World's 50 Best Restaurants se libran de semerendas patinadas y conflictos.

Partiendo de esta premisa, ahí va el relato de mi experiencia y de mi opinión, absolutamente personal y subjetiva, del evento que se celebró en Bogotá el pasado 29 de abril de 2014 en el Teatro Cafam de BellasArtes. Estoy hablando de la 9ª edición de los Premios La Barra.

En primer lugar agradecer a la organización por la invitación recibida. No vayan a errar ustedes, queridos lectores, pensando que un servidor es una celebridad. Simplemente la organización tiene la gentileza de “sortear” invitaciones dobles a quien hubiera participado en las votaciones online.

Felicitar a la revista La Barra por el tremendo esfuerzo que requiere organizar un sarao como este y por novena vez, con una asistencia de más de un millar de personas. Y, como no, bravo por mantener la calidad y especialización de contenidos en esta cabecera que cumple ya 12 años. Lograr posicionarse como un referente en el sector es fruto de arduo y constante trabajo. Lograr posicionarse como juez y parte de los mejores profesionales de la restauración y hostelería de Colombia es, definitivamente, una gran responsabilidad con sus correspondientes riesgos.

Para los ignorantes en materia de bodas, celebraciones, eventos, saraos y rumbas variadas colombianas, señalar que el condumio, la compañía o el artista invitado no es lo más importante. Lo más importante es el trago, mucho trago. Así que como no podía ser de otra, la velada se distribuyó de la siguiente manera: dos horas (2) de barra libre de mojitos y una hora (1) de ceremonia. He de confesar que me agradó en demasía la costumbre y no negaré que los mojitos estaban bien ricos. También debo reconocer que las azafatas, amén de simpáticas y voluptuosas, se lo trabajaron de lo lindo y que con la organización “que el mojito vaya al cliente y no el cliente al mojito” evitaron colapsos en la barra de RonMedellín. Colapsos y fricciones humanas aseguradas en cualquier lugar donde el consumo, sobre todo el trago, sea gratis.

Hasta aquí lo que me gustó. A partir de ahora mis humildes opiniones de lo que no.

Me disgusta la técnica del overbooking. El teatro, con una capacidad de un millar de plazas, estaba a rebosar. El propio presentador de la gala tuvo que llamar la atención para que los invitados que estaban de pie en los pasillos despejaran el teatro. Muy amable y bogotanamente se les invitó a abandonar el teatro principal y seguir la gala acomodándose frente a una pantalla gigante habilitada para tal menester.

Encuentro extraño que un evento del siglo XXI con la importancia que tiene la comunicación en las redes sociales, no habilite wi-fi gratuita en una celebración de esta envergadura. Porque si una cosa había entre el público eran celulares, eso sí mucho “smart” y poco “ruido”. Pero estoy seguro que el equipo humano de Axioma dedicado a las redes sociales sabrán corregirme en cuanto a repercusión, impacto, hashtags, trinos, retrinos y cacareos.

Puedo entender que, por motivos de tiempo y organización, una entrega de 115 ganadores de 39 categorías puede ser compleja y más larga que un día sin pan. Pero considero injusto que los nominados de cada categoría no se citen y simplemente aparezcan en una pantalla la cual no se puede leer desde la fila F del palco. Pero lo que no acabo de entender es que determinados premios no los recoja nadie. ¿Acaso el meritorio trabajo de convocar a más de mil personas no fue suficiente como para convocar a los más importantes, nominados y premiados? ¿Acaso dichos nominados no le dan suficiente importancia a los considerados principales premios del gremio de la restauración y la hostelería? Seguro que las repuestas son más simples que mis retorcidas preguntas. O no.

Quizás me equivoque, pero mi percepción fue que reinó un poco de descoordinación, o descontrol, o fallos ajenos a la voluntad del organizador, en determinados momentos de la gala. En la entrega de cheques, por ejemplo. En los rótulos de pantalla con los patrocinadores, por ejemplo. En los sorteos en vivo, por ejemplo. Pero ya saben, queridos lectores, que un servidor es un poco maniático, pejiguera y quisquilloso.

¿Fue una entrega de premios? ¿O un desfile de señoritas estupendas (aquellas del mojito) entregando platos y bolsas rojas de tres en tres? Lo siento pero no, y me apropio de las palabras de Jacques (del que luego hablaré) “esto es un espectáculo, es una bendición, somos los mejores de Colombia”. ¿Alguien lo grabó? Busquen, busquen. No pude conocer ni las caras ni las voces de de los ganadores, sólo las de los patrocinadores.

Es obvio, que sin patrocinadores no habría espectáculo. Pero más obvio es que sin los cocineros y sus proveedores no habría premios, ni revista. Y esa balanza quedó totalmente desequilibrada a favor de los primeros. Un servidor, cocinero y ex publicista, no quiere oír milongas de patrocinadores; quiero oír a los protagonistas, a los cocineros. Incluso quiero oír a los editores de la revista La Barra. Quiero oír hablar de gastronomía, como lo hizo Guillermo González, Premio “toda una vida de trabajo”. Quiero oír lo que tienen para contar la gente de Les Amis, el Sr. Ostia, la Xarcutería, Rafael, mini-mal, Pajares, el Bandido, el Ciervo, el Oso, Carmen, los Platillos Voladores y Pepina, entre otros.

Pero sobre todo, esperaba oír a Alejandra Naranjo, a John Jairo Hernández, a Alejandro Cuellar y a Carlos Yanguas. Una pena y una tristeza enorme ver cómo se empezaba a vaciar el teatro cuando Carlos Yanguas “Mejor Chef de Colombia”, ¿han leído ustedes bien?: MEJOR CHEF DE COLOMBIA; ni siquiera había bajado todavía del escenario.

Gracias a sus cielos y a su carácter francés, logré emocionarme en un solo instante de la insulsa gala. Cuando el pastelero Jacques recogió el segundo premio como “Mejor Pastelería”. Sorprendió a todos agradeciendo a capela el premio. Rápido e inteligente estuvo el presentador al acercarle un micrófono, con el que prosiguió su inesperado e improvisado speech que, a mi parecer, salvó unas centenares de moribundas neuronas y conectó las energías de los verdaderos cocineros frente una anodina ceremonia. La ovación fue la más sonada de la noche.

La gastronomía colombiana somos todos y la importancia del trabajo de la revista La Barra y Axioma es máxima. Ojalá la ceremonia del año que viene, en el que se cumplirá el número mágico de 10, los Premios La Barra sean verdaderamente un referente, un espectáculo y una bendición. Que los cocineros colombianos nos sintamos verdaderamente identificados.

6 comentarios:

  1. No se puede ser más constructivo, pienso. Subrayado lo bueno, toca analizar lo nuclear que no estuvo a la altura y el final convidando a un año que viene mejor lo deja bien claro: no se puede ser más constructivo :)

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  2. Condenado starbase, usted siempre sacando el lado bueno de, como diría Bosé, un canalla como yo...

    PD: ¿has leído la opinión de Salvador Garcia-Arbós sobre esforzar de forquilla VS. brunch? Revista Cuina nº 157, la de la portada del pan. Yo hoy en la buseta, casi lloro de emoción y añoranzas dominicales!!!

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    1. Si se saca un lado bueno es porque está ahí, no fotem que no me invento nada. Voy a verlo, pero sepa ud que hoy he tenido sesión d'esmorzar de forquilla en molt petit comité. Felisitat.

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  3. Apreciadas afirmaciones y encantador final: "que los cocineros colombianos NOS sintamos verdaderamente identificados".

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    1. Ya sabes Ana María, uno debe sentirse de donde cocina, sin olvidar sus raíces. Así que, sudacatalán a tope!!! ;-) Vivan los fogones colombianos!

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    2. Publicado en la página de Facebook de Choco, sabores que te embrujan:

      ¿¿YANGUAS??
      Mientras mi paladar saqueaba la despensa Ecuador, desde Quito hasta el Oriente, en Bogotá se consumaba el último acto de los premios de la Barra. La investidura de Carlos Yanguas como el mejor chef de Colombia del 2014 es el digno epilogo de un premio que nació mal y terminó peor. ¿Alguna vez has visto asignar un Balón de oro a un jugador sin equipo hace años? ¿O un Oscar a un actor que no graba una película desde mucho tiempo? ¿Cómo se puede evaluar ‘mejor chef del año’, un chef ‘una tantum’, bueno solo para algunos eventos, un chef sin restaurante, sin su escuadrón de cocineros, sin comensales de deleitar, sin su cocina rimbombante de gritas y de ollas y sartenes danzantes como en un ballet chino? En Italia, en Francia, en Japón, o en cualquier otro país, un chef sin restaurante no fuera sido premiado. Cuando Ferrán cerró ‘El Bulli’ cedió su corona a Redezpi y su nombre no fue incluido en la lista de los mejores chefs del mundo. Pero acá en Colombia sucede. Y esto explica muchas cosas. Por ejemplo, porque en este país la gastronomía nunca decola. Ahora que el Barnum se llevó sus carpas, la esperanza es que todos se sienten en la mesa, se ponga un piedrazo sobre esta hoguera de vanidades y todos juntos cooperen de verdad por el bien de nuestra gastronomía. En caso contrario, seremos domésticos también de los paraguayos.

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