Todo oficio tiene unas ordenanzas
básicas para funcionar, conocimientos que se deben aprender. Unos los aprenden
cursando estudios y otros oficiando. Se deben asumir algunas competencias,
habilidades y responsabilidades. Con el tiempo y una capacidad desbordante para
superar contratiempos se adquiere el conocimiento necesario y gracias a él, un
cierto grado de libertad. No es de recibo presumir de trayectoria y huir de
responsabilidades. Ya lo había dicho alguna vez, mucho Bulli en el currículo y
poco oficio entre las piernas. La formación continuada o el reciclaje son
herramientas imprescindibles pero las ganas o el interés por mantenerse
actualizado es de necesidad. Nadie está libre de culpa, aquí no vale eso de
mirar para otro lado, lanzar balones fuera o descargar la culpa en el vecino,
no. ¿Sabes lo que tienes entre tus manos?
La salud de los demás.
Lamentablemente y a pesar de los
progresos realizados, la cultura sigue siendo escasa entre el personal de
hostelería. Lamentablemente insisto, las apariencias, el envoltorio y el
teatro reciben con frecuencia más importancia
que el contenido, el conocimiento y la sustancia. Ni aún teniendo una guía de
buenas prácticas ni la información necesaria al alcance se consigue concienciar
al personal hostelero de la importancia de mantener a los alérgenos
controlados, limitar las contaminaciones cruzadas o controlar la trazabilidad.
En la mayoría de los casos ni siquiera saben de qué estamos hablando.
Ignorancia, desidia y temeridad. Estos
profesionales son los mismos que amigablemente nos convencen de las
virtudes de un vino bio-dinámico y natural, cocinan fuá de rana en el ronner y te
ofrecen un gintónic con cosas a la primera de cambio. Así es la moda: vibrante,
atrevida y desconsiderada. Y nosotros, sus víctimas.
En un país en el que cuesta una
barbaridad creer en las leyes y dónde predomina la picaresca por encima del
rigor, con la llegada de la ley de los alérgenos alimentarios hemos topado de nuevo con la
incompetencia y la dejadez. ¿Cuántos saben de su existencia? ¿Cuántos
establecimientos se han puesto al día? ¿Cuántos empleados han recibido la
formación adecuada y cuántos empresarios han hecho cuanto estaba en sus manos
para que así fuese? Y lo que es más grave ¿cuántos empresarios o encargados (en
teoría personas responsables) están lo suficientemente cualificados para
informar al consumidor, para formar a sus empleados o simplemente para cumplir
la ley? Pocos, no nos engañemos. ¿Has leído la ley? Una vez más tendremos que
esperar al desastre o a la correspondiente sanción para caer de bruces sobre lo
evidente y entonces ya será tarde. De cualquier modo dudo mucho que sea la
conciencia sobre este grave problema lo que ponga fin a esta pasmosa
realidad. Triste pero cierto.
La lista de alérgenos actual, porque irá creciendo, sobre los
que se debe poder informar al consumidor es la siguiente:
1. Cereales que contengan gluten (aunque es
posible que muchos no sepan qué demonios es eso)
2. Crustáceos o productos a base
de crustáceos
3. Huevos o productos a base de huevo
4. Soja o productos a base de soja
5. Leche y
derivados, incluidos los quesos
6. Frutos de cáscara, como avellanas, almendras,
pistachos, castañas, nueces, piñones o productos derivados
7. Apio o productos
derivados. ¿Dejará el apio de formar parte de nuestros caldos?
8. Mostaza o
productos derivados
9. Semillas de sésamo o productos derivados. ¡Las semillas para los pájaros!
10. Dióxido de azufre y
sulfitos en concentraciones superiores a 10mg/kg o 10mg/l en SO2 total.
11. Altramuces
o productos derivados
12. Moluscos o productos a base de moluscos. Esto incluye a las sepias, pulpos y calamares.
No se olviden de lavarse las manos, no masticar mientras se preparan comidas, usar uniforme exclusivo para el trabajo y aplicarse en el cumplimiento de la guía de buenas prácticas en la manipulación de alimentos.
Repetir, repetir, vigilar y verificar continuamente, hasta la saciedad. Como si de niños se tratase.
y aún así ...
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