“El vino y el hachís, como medios para estimular la creatividad del poeta, llamaron la atención de Charles Baudelaire, que en este texto, basándose en su experiencia personal, analiza sus efectos respectivos y los compara”. Esto nos describe en la contraportada José J. de Olañeta, que edita en 2010 este pequeño librito desde Palma de Mallorca y dentro de la colección Centellas, en la que se incluyen tres títulos más de los autores Rudyard Kipling, Marcel Proust y Arthur Rimbaud.
En nuestra biblioteca aparecen otras dos publicaciones gastronómicas del mismo editor: El libro del amante del café, de Michel Vanier, 1983; y El librito del amante de la fresa, de Leah S. Matthews, 1985.
Manuel Serrat Crespo nos traduce los textos del gran poeta maldito, Charles-Pierre Baudelaire (1821-1867), quien inició los caminos que iba a seguir la poesía moderna. El título original de los escritos es “Du vin et du haschisch comparés comme moyens de multiplication de l’individualité”, Manuel Serrat complementa la traducción con un interesante prólogo titulado “Baudelairianas” donde nos describe brevemente la vida del poeta desde su nacimiento, pasando por su adolescencia rebelde, el primer encuentro con Gérard de Nerval y con Balzac, sus despilfarros y desenfrenos a partir de la mayoría de edad a los veintiún años, la aparición de Jeanne Duval “la dama criolla”, hasta su declive final y precaria muerte el 31 de agosto de 1867 en brazos de su madre.
Transcribo del interior de la portada: “En este mundo de escritores, artistas y músicos era corriente, como es bien sabido, el uso del alcohol y también el uso del hachís, droga exótica por aquel entonces. Baudelaire analiza los efectos que dichas sustancias producen en el alma humana y, más particularmente, en el alma del poeta, efectos contradictorios que van de la euforia a la depresión, de la lucidez al aturdimiento, y que permiten al poeta emitir su juicio sobre ellas: el vino hace que el que lo bebe sea ‘bueno y sociable’, mientras que el hachís es condenado por ‘antisocial’, juicio que refleja las preocupaciones sociales de las que se hizo eco el poeta durante un breve período de su vida”.
A modo de aperitivo y para que cada cual decida si se bebe el librito, se lo fuma, o enciende la chimenea cual Pepe Carvalho, Baudelaire empieza el primer capítulo lanzándose directo a la yugular con unas perlas dedicadas al ilustrísimo y respetadísimo Brillat-Savarin:
“… un hombre muy célebre, que era al mismo tiempo un tonto de tomo y lomo, cosas ambas que van muy bien juntas, al parecer, como tendré más de una vez, sin duda, el doloroso placer de demostrar…”
“… por mucho que hojeéis el volumen, que le deis vueltas en todas direcciones, que lo leáis del derecho, del revés, de derecha a izquierda y de izquierda a derecha, no encontraréis nada más sobre el vino en su Fisiología del gusto: se cree que el patriarca Noé fue el inventor del vino; es un licor que se hace con el fruto de la viña”
“¡Ah, mis queridos amigos, no leáis a Brillat-Savarin! Dios preserva a quienes quiere de las lecturas inútiles…”
“… una especie de brioche insípido cuyo menor defecto es el de servir de pretexto para una vomitera de máximas bobaliconamente pedantescas tomadas de la famosa obra maestra…”
(La foto reproduce un detalle del cuadro "Retrato de Baudelaire", 1848, por Gustave Courbet)
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