miércoles, noviembre 9

De comer por el barrio... y vomitar política.

De comer por el barrio, por el barrio donde uno trabaja.

Ardua faena es el intentar descubrir un buen rinconcito, tampoco pido tanto, y pasar hora y media delante de una copita de tinto y un rico condumio y, desde hace ya unos días, si es calentito mejor. Cerca del Arco del Triunfo se concentra la mayor oferta oriental de Barcelona en badulaques, bazares, tiendas con rotulaciones en mandarín, megatiendas de alimentación con penetrante olor a glutamato, y hasta esas peluquerías que llevan locos a mossos y vecinos; esas del final feliz, pero eso lo he leído en los diarios o me lo han contado... y, sobre todo, restaurantes chinos de chinos y para chinos, y algunos en los que poder disfrutar de lo lindo dejando los prejuicios en el carril bici del Paseo San Juan.

El caso es que hoy he vuelto por quinta o sexta vez a una Xarcutería-Restaurant con nombre (que no voy a citar) sacado directamente de la libreta de Josep Pla e ilustación, en su mantel de papel, sacada del costumari català de Joan Amades. Allí me gusta comer en la barra y leer un rato, a mi espalda unas setenteras vitrinas con buenas viandas para llevar. Hoy me acompañaban el Magazine del domingo y 3 libros de los que intento exprimir unas cuantas ideas para impartir talleres de cocina.



Como luce el sol, y he salido sin la chaqueta y remangado, me atrevo con una esqueixada de bacallà y unas mandonguilles amb xampinyons. Buenas estas últimas pero nada que ver con las excelsas albóndigas con tomate a las que anoche me invitó Xesco en nuestra recurrente tasca del barrio de Gracia donde arreglamos nuestros particulares mundos mundiales y nos ciscamos en la gastronomía 5.0 a ritmo de lonjas de jamón "del güeno".

Pero no quiero aburrir con lo comido o lo leído, ni siquiera debatir si el barrio se convertirá en el próximo soho barcelonés o en el real Barrio Chino (con mayúsculas, que no aquel barrio de uniformes, ligueros y chapas). Mi interés se centra en el espectáculo gratuito y sin propina que ha ofrecido un aspirante al club de la comedia. A cuenta de su supuesta cultura gastronómica y política, y a costa de un viejito vasco fundido en txapela con, a buen seguro, más realidad cultural y educación que cualquiera de los que allí estábamos.

Os aseguro que si me hubiera sentado en la susodicha barra media hora más tarde, mi instinto marujil hubiera ignorado por completo los nombres de Fraga, Franco, Zapatero, Rajoy, Aznar, Zaplana, Chaves y, como no, Urdangarín. Pero con la llegada de la esqueixada también han llegado a mis oídos los nombres de Nicolasa, Arzak, Idiazábal, codornices, perdices... y claro, aquel marujil se vuelve marujón y le he prestado más atención que al twitter del Gallego y el Zetapé.

Qué feliz soy con todas mis amistades vascas charlando y cotilleando del comercio y del bebercio, de los estrellas y los estrellados. La única ley que impera sin haberla pactado ni votado es: ni se habla de política, ni de fútbol, ni de religión. Aquí PAN y después gloria.

El buen señor de la txapela no se amilana ante el dialogante de risa impostada, ante la ridícula sobreactuación del energúmeno que tiene delante y que pretende que el resto de la concurrencia le riamos los gastronómicamente incorrectos chascarrillos. Cuenta el vasco que nació en la calle de al lado de Casa Nicolasa y que nunca tuvo la fortuna de sentarse en una sus mesas: "aquello era muy caro y yo cocinaba en la casa unas sopas de ajo para mi mujer y mis hijos". El tontonabo de su interlocutor, encaramado al taburete cual trono papal, se jacta de las innumerables ocasiones en las que compartió mantel en tal afamada casa de comidas. Apuesto una de mis turmas a que no compartió factura de su propio bolsillo.

Un charlatán que no escucha, solo oye su propio y ridículo eco protegido en una esquina de la barra como Urtain descansando en un rincón del cuadrilátero. Perdone usted señor Urtain, no era mi intención faltarle al respeto, pero es que el viejito fue boxeador y ha salido su figura a relucir. A la lona en el primer asalto tendría que haber caído este maleducado. Porque maleducado le llamo yo a aquel que no pide las cosas por favor "dame 10€ en monedas, pon un café, cierra la puerta, con sacarina". Las carcajadas de este tío me perforan las neuronas como si alguien estuviera mechando mi cerebro con tocino rancio.

El viejito habla de su hijo, que es cocinero, de la web en la que apareció junto a Arzak, de la Nestlé, de las kokotxas, de un pilpil... no hay manera, es como jugar al frontón a solas. La gran cagada es rememorar las inundaciones del Urumea y oir al otro cenutrio soltar aquello de "la culpa la tiene Franco y Aznar, pero quien tiene que volver es Fraga". Me da un colapso y, en lugar de mojar el pan en la salsa de tomate, lo froto absorto contra la cara de Quim Monzó y su Meatless Monday. La gastronomía desembocando en política. Gran cagada.

Repite continuamente sus comentarios a un volumen molesto, por si alguno no lo oye bien: "al Urdangarín se lo llevaron a América, dejó la pelotita y se creyó empresario, pero ahora hay elecciones", "al Urdangarín se lo llevaron a América, dejó la pelotita y se creyó empresario, pero ahora hay elecciones", "al Urdangarín se lo llevaron a América, dejó la pelotita y se creyó empresario, pero ahora hay elecciones". "Pues yo le dí de comer en numerosas ocasiones cuando Urdangarín era pequeño", replica la veterana txapela. No hay manera. La política gana a lo gastronómico. La imbecilidad a la conversación. La soberbia a la experiencia. El tonto illustrado al humilde plebeyo.

Incluso por un momento parece que se retoma el hilo inicial hablando del morapio que apuramos los tres. Pero mi cerebro se inunda de un asqueroso y viscoso discurso político falangista. Se insulta a la Pasionaria, a Carrillo, "a todos esos rojos asesinos"

El viejito termina su copa, se seca los labios con un pañuelo a cuadros que aparece de un bolsillo de la raída americana, avanza unos pasos y se abraza a su contertulio a modo de despedida. Yo quiero interpretarlo como un abrazo condescendiente a mucho grito ignorante y poco respeto. El pedazo de carne sigue con su trasero pegado a un gastado cuero decadente. Hasta parece que le da vergüenza inclinarse para devolver el abrazo. La cansada txapela se pierde Ausias Marc abajo. Yo termino mi rica crema de chocolate de La Fageda. No, no quiero café, se me saldría el corazón por la boca en estos momentos.

- "Josep, me debes 100 euros por aguantarlo".
- "no voy a dejarte entrar otra vez, Jordi, vaya las que me lias".

Ojalá! pienso yo. Aunque el que quizás no vuelva a entrar sea yo.

Y así se quedan los dos, el propietario y el casposo cliente. Uno a cada lado de la barra. Pero el monólogo no ha acabado. "Nadie habla del ERE de Sevilla, de la hija de Chaves, de la corrupción de Extremadura... porque todo eso es progresista". Se desmelena imaginando "una nueva entrada por la Diagonal". No sé que coño dice de Pla (de gastronomía nada, seguro). A Pla ni mentarlo que te secciono la yugular y me preparo una lamprea aquí mismo!

Que asco seguir oyendo tanta carajada. No aprendemos nada. Por un momento le aguanto la mirada, a la espera de que mis ojos saltones le transmitan algo de desprecio gastronómico y apolítico. Ni si quiera me mira pero sabe que le miro, de sobra que lo sabe. Oigo ahora tonterías sobre el Passadís d'en Pep, y por supuesto un fanfarrón: "cuántas veces habré comido allí". De repente insultos a Rubianes y a "aquel escritor del bigote enorme, el Vázquez Montalbán!" Hasta aquí hemos llegado. ¿Qué le debo?

fuente: eljueves nº 1.797

A mi abuelo, que sufrió la guerra como muchos otros, le llevó el destino a luchar en ambos bandos. "Porque me tocó así". Y se me quedó grabado lo que me dijo un día al final de una de sus batallitas: "... porque tristemente, tan hijos de puta fueron unos como los otros". Pero está visto que no aprendemos, y así seguimos, y así se va perdiendo todo. Hasta la cultura gastronómica en pos de la política.

3 comentarios:

  1. De argumentos que aflígen las turmas está el mundo lleno. Sin ir más lejos seguramente publique hoy mismo una entrada dedicada a los limones marroquís confitados en sal y donde aparece una frase tremenda de la señora que asistió a la clase y se sentó a mi izquierda. Cuando la lean igual como yo tienen que ir a buscar las suyas al Arco de triunfo (las turmas, me refiero).

    Y del fachilla, pues solo lamentar que los tiempos que corren le han quitado el barniz a algunos y por debajo se ve lo que hay: mucha ideología ajada.

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  2. Ufff.... se me hubiese atragantado todo ante tanto desvario... :(.

    Este tipo de vecinos me suben el nivel de adrenalina hasta niveles peligrosos.

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  3. Yo no tengo la suerte/desgracia de asistir a estos entretenidos espectáculos durante la comida. Media hora, tupper recalentado y conversaciones aburridas... Como mínimo yo consero mis "turmas" en sus sito. Jeje!

    Saludos!
    Anna

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