jueves, marzo 28

Un día malo lo tiene cualquiera (o no)


Querido compañero de fatigas gastronómicas:

En esta ocasión le voy a relatar a usted y compartir con todos una experiencia relativamente reciente en un restaurante de por aquí que me reconcome. Ya sabe usted que no soy muy amigo de compartir este tipo de aventuras, pues teniendo uno mismo una persiana abierta al respetable debo mesurar mis palabros y ser prudente, no sea que los palos repartidos le vengan a uno de vuelta así como de sopetón. Zasca! Sabe usted bien y todos nuestros amigos lectores que acostumbro a guardar silencio cuando la cosa no va todo lo bien que uno quisiera o los lugares visitados no son de mi agrado pero en esta ocasión he decidido escribir y publicar lo acontecido unas semanas atrás.  Dejando reposar el cabreo, éste se ha convertido en decepción y así, como quien no quiere la cosa, el tono se apercibirá sutil, o cuanto menos, más suave. Veamos pues como fue el asunto:

Entorno o antecedentes. Mañana de asueto en la Ciudad Condal. Visita FNAC, libro, día del padre. Buscando mesa para dos en los alrededores. Googleando nos dejamos llevar. Ganador por puntos un chiringuito bien beneficiado en la Michelín, sucursal de un conocido restaurante con solera y tradición. Les Corts, lunes mediodía, 14:00 hora zulú.

De entrada el lugar aparece agradablemente decorado, luego mostraría su cara más impersonal. La parroquia es de oficina, de traje y corbata. La oferta atractiva. Me tientan los platos de cuchara, entre ellos unos garbanzos con morro y panceta de antojo, pero dejándome llevar por la intuición femenina de la compañía adoptamos la fórmula del picapica y segundo plato de oficio. Tengo, sabe usted, la malsana costumbre de publicar en alguna red social de esas para foodies los platillos que me calzo entre pecho y espalda. Para compartir y dar pistas de lo que se puede encontrar por ahí. En el caso que nos atañe dejé de hacerlo al segundo platillo, al ver que nada bueno podía salir de allí y de mis comentarios a pie de foto. Este lugar no se merecía ninguna publicidad gratuita, además los comentarios empezaban a sonar mal.

La elección fue la siguiente: patatas bravas #muyfan, alcachofas fritas #muyfan y anchoas en salmuera #I’m an expert; de segundo: entrecotte de ternera a la pimienta verde y trinxat de huevo con jamón de bellota, foie y patatas. La cosa prometía, pero no nos engañemos.
Que las patatas bravas tengan una forma u otra no me preocupa en exceso pero que floten sobre alioli y se acaben con un chorrico de reducción balsámica ya me duele. Luego, al comer el contraste ajomodenil es muy puajpuaj. Creo que a Regol le daría un yuyu chungo.
¿Alcachofas? Dos alcachofas en láminas fritas en un bol muy cuco 9€. Y no, no es el precio lo que asusta, que también, que no es de ley que unas alcachofas en invierno le cuesten a unos lo mismo que un menú en el bar de al lado. Lo jodido del asunto es el tostado subido, quemado que no tostado, infumable de todo modo.


¿Las anchoas? Bueno, de lo malo lo mejor. Con un sabor a salmuera cabañil en do mayor y nadando en aceite, con tomate claro, para joderme digo yo.

Fíjese usted que ya pedimos el pan, una super “coca de vidre”, mitad con tomate y mitad sin. Lo curioso es que ese pan tostado, pasados dos minutos era más duro que los adoquines de Calatayud. Me pregunto yo… ¿no sería el pan del sábado? Oiga, que se bien de lo que hablo, que así tostadito parece lo que no es…, en fin, pan sentao.


Extrañose un joven portugués… 

Un desierto de valores. Ningún lugareño atendía el chiringuito, oseasé, los meseros son forasteros y para nada implicados, de tal manera que al retirar los platos del picapica nadie se pregunta por qué no se lo comieron, a nadie parece importarle. El bol de chips de alcachofa regresa prácticamente entero y el pan permanece sin tocar. Curioso, no? El asunto no es que sean forasteros, el tema está en que desde un buen comienzo ya ves que nadie responsable hay detrás de este servicio, que el amo no está y que por aquí pierde aceite el negocio.


Una mesa de sesenta por sesenta arrimada a la pared para dos que comen cositas para compartir. La comida va llegando y ya no sabes cómo ponerte, cómo hacer sitio para tanto plato. Si levanto la copa me colocan otro platillo y ya te espabilarás con tu copa. Eso sí, la botella vacía permanecerá en la mesa hasta el fin de los días y la que hace de centro de mesa, decoración y promoción de la casa, esa, esa también se quedará ahí hasta el final. Poco importa si hay sitio o no para tanto platillo.

La espera desespera.  Llega el entrecote y antes de asentarse en la mesa ya advertimos que viene crudo, que nos lo pase un poco más. ¿Crudo? ¿Quiere decir? –Nos ha jodío el muchacho! ¿Pero no ves ese color colorado alrededor? Pues ese color dice que por aquí no ha pasado el calor chaval, anda, anda, llévatelo y dale unas vueltas por favor. Respecto al huevo, todo bien excepto el maldito fuá. ¿Por qué le llaman foie cuándo no es más que fuá? Esa masa deforme de aspecto repugnante que se desintegra nada más tocarlo, de color pardo asqueroso que no invita a nada, por Dios! Si no sabes, pa qué te metes? Ah, por cierto, el entrecote estaba cortado con la cortafiambres y entre congelado y descongelado. Ese tipo de corte se nota, liso liso.


Paso del postre, paso de los cafés. El camarero que bosteza a destajo y juega con el móvil viene a limpiar la mesa tras advertir que le susurro a mi compañía aquello de “pero si está jugando con el móvil???!!!” como quien no quiere la cosa, y si, me oyó perfectamente. Las cuentas claras, la vajilla de lujo.

Al punto rastreo twiter y les mando un tuit: decepcionado, esperaba más de ustedes.
Siga esperando podría ser su respuesta. Ya saben, quien calla, otorga.

Para fiarse de la Michelín

@gastromimix

6 comentarios:

  1. Madre de dios!! Que mal está el tema... Que mala pinta las fotos...
    Encima hay que pagar! Cuanto chapuza suelto!
    Un beso chef!!

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  2. A Regol no sé, espero que no, pero a mi con ese módena sobre las bravas me sangran los ojos.

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  3. Bien fatigado le veo querido amigo.
    De todas maneras no veo yo que eso sea un mal día, más bien es un mal de todo. Y lo peor son las pocas ganas de quejarse que suele tener el comensal de la península.
    Esa misma actitud la estoy empezando a ver, oír y sufrir en las mesas bogotanas. Eso sí, también hay restauradores preocupados por la opinión del cliente y que además, actúan en consecuencia.
    Bravo por los que escuchan, bravo por la humildad y bravo por la autocrítica.
    Es evidente que ninguno de mis bravos va hacia ese local de Les Corts...
    Sufra usted menos!!!

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  4. Me ha picado la curiosidad de saber de que local se trata..:)

    Pero la realidad es que estas situaciones són tristes e inexplicables.

    En mi caso al no tener persiana abierta, los hubiese descrito con detalle , pero entiendo que la discreción es necesaria.

    Abrazo..!

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    1. Mas que satisfacer la curiosidad, salvar del tropezón a los incautos XD.
      Yo si que me quedo con la duda.
      Habrá que investigar...

      A comer bien... si nos dejan!

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  5. Eso te pasa por pedir fuá. Y por no ponerle perejil a san pancracio antes de salir de casa.

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