En la obra y en la vida de Pablo Neruda conviven la poesía con la fantasía de la cocina y la voluptuosidad de la mesa. Concibió bebida y comida como formas de la sensualidad del cuerpo y espíritu, poniendo sal y pimienta no sólo a la poesía sino también a la vida cotidiana.
Pablo Neruda, galardonado con el Nóbel de Literatura en 1971, es para muchos el más importante poeta del siglo XX. Durante su vida tuvo una fantasiosa relación con la cocina y la mesa, estableciendo una relación frecuentemente muy cercana al estómago, propia de un sibaritismo culinario, es decir, del placer que podía ser el comer.
Su estancia en España y la vivencia de lo español en términos culturales marca la vida y obra del poeta. Su posición de cónsul en Barcelona y después en Madrid le permite disfrutar de un amplio acceso a restaurantes de buen comer.
Teniendo Pablo Neruda dificultades para masticar se decantaba principalmente por pescados al horno y no pocos guisos de ternera. Le encantaban las ensaladas frescas de temporada, en especial las de berros. Comía con gusto asimismo budines, tortillas y guisotes caseros de gallina o vacuno. En casa de los Neruda se comía simplemente, abundaba el arroz en todas sus formas y las patatas hervidas, las alcachofas y la fruta. Otros manjares habituales eran las aceitunas, que siempre le gustaron, así como el queso mantecoso y los melocotones.
Pablo Neruda disfrutó siempre la comida, de la más simple a la más sofisticada, acompañándola frecuentemente de buen vino, siempre de la región. Con el tiempo y enriquecido por sus numerosos viajes se convirtió en un verdadero gourmet, solemne y refinado, rodeado de sabores y perfumes peculiares, de Italia, Argentina, Indonesia, Perú o China.
De todos sus recuerdos nada es más sabroso que su libro Comiendo en Hungría que comienza así:
“Está de moda comer!
Con piedra y palo, cuchillo y cimitarra, con fuego y tambor avanzan los pueblos a la mesa. Los grandes continentes desnutridos estallan en mil banderas, en mil independencias. Y todo va a la mesa: el guerrero y la guerrera. Sobre la mesa del mundo, con todo el mundo a la mesa, volarán las palomas.
Busquemos en el mundo la mesa feliz.
Busquemos la mesa donde aprenda a comer el mundo. Donde aprenda a comer, a beber, a cantar!
La mesa feliz.”
Neruda rindió homenaje a sus invitados y amigos con recetas como la que sigue, que aúna sus orígenes, con el cebiche, y sus ensaladas preferidas, con berros.
Es una entrada fría, de pescado crudo, cortado en dados y cocido con jugo de limón mezclado con cebolla, tomate y ají verde finamente picado.
Cebiche de atún como en la Isla de Pascua
(con ensalada de berros y chips de boniato)
10 x 100 gr, de lomo de atún rojo muy fresco
2 dl. Zumo de limón
100 gr. Cebolla finamente picada
1 u. Ají verde picado
100 gr. Tomate pelado, sin semillas cortado en daditos
1 cs Perejil picadito
1 dl. Aceite de oliva virgen
Dejar madurar en el frigorífico entre dos y tres horas los lomos de atún con el resto de ingredientes. Transcurrido ese tiempo, limpiar el atún de su marinada y cortarlo en trocitos de unos 2cm de grosor y servirlo acompañado de una buena ensalada de berros con cebolla morada.
Ensalada de berros y cebolla morada
½ kg Cebolla morada cortada muy fina y bien lavada
100 gr Tomate cereza
Un Manojo de berros frescos y lavados con abundante agua
2 cs Perejil picado
Aceite de oliva y zumo de limón para aliñar
Limpiar bien todos los ingredientes, cortar los tomatitos y aliñar suavemente con un poco de sal, pimienta, limón y aceite.
Opcionalmente se puede acompañar de un puré o chips de boniato.
Xesco, para city TV
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