miércoles, septiembre 5

Carpanta, carnaza y canalleo en Bogotá



En Bogotá la vida escolar y profesional generalmente da comienzo a las 7 de la mañana. El día empieza muy temprano y a un servidor no le gusta madrugar. Estar de vacaciones nos da un margen de un par de horas, así que a las 9 desayunamos generosamente. Casi un mes de visitas ineludibles: Museo Botero, Montserrate, Jardín Botánico, Museo Nacional, Candelaria, Usaquén, Macarena, Esmeralderos, Andino, Biblioteca Virgilio Barco, Museo del Oro, Parque de Simón Bolívar, Jardín Botánico, Museo de la Moneda....

Mejor que poner un vado, oiga!
Además de los 2.600 metros de altura, hay más cosas que le dejan a uno sin aliento. Circular por la izquierda en cualquier vía. Adelantar por cualquier carril, inclusive por un imaginario tercer carril si el carro cabe y los demás se apartan. Cruzar la ciudad con Transmilenio, bus, colectivo, ejecutivo o buseta. Vivir en tus carnes un tracón. Encerrarte en un taxi durante hora y media para atravesar solo media ciudad. Ver surfear a decenas de motos suicidas (no, no es lo mismo que las motos de Barcelona). Ser adelantado por una tractomula con doble continua. Entrar en el transporte público antes de dejar salir. Colarse en las colas.

Bogotá. Ciudad intensa, muy intensa.

Chontaduros
Pero uno también tiene la fortuna de poder disfrutar de un par de condumios diarios a modo de oasis, burbuja y relajación. Observar el enajenado ritmo de Bogotá parapetado tras un plato y un refresco de 375 mililitros de puro corrientazo. Sentarse a los pies de la Catedral y zamparse unas empanadas con ají compradas en aquel carrito renqueante. Comprar un vasito de mango verde con sal y limón, y más allá un puñado de chontaduros saladitos. Y ya si uno quiere postre, recibamos unas cocadas o un bocadillo o una papayuela con queso o unos higos en almíbar con arequipe. 

Sierra Nevada Chicó
Además de proteger nuestra alma y michelines en dichas orgías de carpanta callejero, recomendamos sentarse a comer una buena hamburguesa en Sierra Nevada. Pocas pero riquísimas opciones donde optar por 175 gramos o 350 gramos de carne de res picada. El local es mínimo en la Carrera 14 con calle 90 (Chicó) y los taburetes solo están reservados a los más rápidos y avezados del lugar. La rotación es rápida pero la mejor opción es llevarse la rica hamburguesa y sus complementos de picnic. Si lo pides en caja te dan hasta un mantelito de papel para sentarte como un lord inglés en el parque de la cuadra de al lado. Detallazo. El nuevo local, abierto hace solo unas semanas, se ubica en Carrera 5 calle 71 (Rosales) y allí uno puede disfrutar de una terracita cubierta o de mesitas más tradicionales. La divertida y original decoración le tienta a uno salir pegando brincos cual Heidi y Pedro por los montes suizos… Y por favor, asignatura obligada el tomar una de sus malteadas caseras, golosas, pecadoras. Producto natural y mimado al máximo por un joven equipo humano y sus dueños, Emiliano Moscoso y Margarita Cantillo.

Caldo de costilla
Cambiando de tercio y lugar, uno se siente anoréxico tras visitar el maravilloso Museo Botero. Así que lo mejor es bajar por la calle 11 y a mano derecha, antes de llegar a la Plaza Simón Bolívar, entrar a La Puerta de la Tradición. Pequeño templo donde ponerse hermoso y aspirar a voluptuoso modelo del artista paisa. Allí dimos buena cuenta de unos apoteósicos frijoles con pezuña y un resucitador caldo de costilla, ambos acompañados de su correspondiente arroz, hogao y aguacate. Para rematar condumio, arroz con leche, brevas con arequipe y postre de natas. Precios populares y barrigas felices.

Cocido Boyacense
Visita obligada al barrio de la Macarena, a la plaza de toros (inactiva como en Catalunya) y a las torres del arquitecto Rogelio Salmona. Peculiar, auténtico y pelín decadente el Restaurante y Asadero El Parque. Lugar que en tiempos de tauromaquia debió ser testigo de muchas orejas, rabos y vueltas al ruedo, pero que ahora continua recibiendo olés por su cordero, por sus truchas arco iris de la piscifactoría San Antonio (en 9 preparaciones diferentes) y por el monumental cocido boyacense. Memorable potaje compuesto de tubérculos tales como chuguas, cubios, ibias, papas y la no menos importante compañía de mazorca, habas, arveja verde, costilla de cerdo y tocino. Pantagruélico mejunje para gritar aquello de “Manolete, Manolete, si no sabes torear, p’a que te metes…”

Burguer Market
Carnaza, carnaza. Eso y más es lo que uno se encontrará en Burguer Market. La raza japonesa Wagyu cruzada con la raza inglesa Aberdeen Angus da como resultado la raza Wangus, desarrollada por la Fundación Universitaria San Martín. Carne excepcional con marmoreos en grados del 4 al 7 (grasa intramuscular que se mide del 1 al 12). El chef Daniel Kaplan es el maestro de ceremonias y el druida que asa a la parrilla con leña de árboles frutales como el arrayán, limonero, naranjo y guayabo. Nosotros pudimos disfrutar de hamburguesas, t-bone steak y un chuletón de 1,8 quilos y de tamaño diplodocus que aterriza directamente en nuestra lista de la memoria del paladar. Este templo cárnico lo encontraréis en la Zona Rosa, carrera 14 nº 83-53 y en Usaquén, calle 120A nº 6A-16. Y lo mejor es que uno puede comprar esos cortes de Wangus, así como Pollo de Granja, Cordero Neozelandés y Cerdo Kurobuta en Carulla y disfrutarlos en tu propia parrillada casera.

Bistró el Bandido
Cae la noche y a uno se le despierta el lado canalla. Must muy must de la noche bogotana: Bistró el Bandido. Lugar de sótano escondido y situado en la mágica calle de los anticuarios. Los más bellos y bellas, ambiente retrochic, música en vivo, mojitos y copazos Premium, llenazos diarios, reserva imprescindible, camareros con tirantes y gorra inglesa negra, vajilla ecléctica, sillas desiguales rescatadas de las décadas centrales del siglo pasado, música de volumen elevado que provoca conversaciones en distancia corta.

Bistró el Bandido

Buena cocina para disfrutar compartiendo los diferentes platos que ofrece su chef Felipe Arizabaleta: baguettes ennoblecidas, ensaladas muy generosas, buenérrimo steak caníbal, sorprendente camembert al horno y platos fuertes para satisfacer todos los gustos de caballeros fashion y damas victim. Para ver y ser visto. Para comer y ser comido.

5 comentarios:

  1. ¿He leído Museo Botero?
    Claaaaaaaaaaaro y la culpa de las arrobas extra abdominales del viaje la tendrá Botero, claro. La culpa siempre del artista.
    Que injusticia, pordios.

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    1. Juas! es que no podía decir que "la culpa fue del cha, cha, cha"...

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  2. Interesante ciudad, Pantxeta. Ya me gustaría ir a visitarla un día. Buena crónica urbana y gastronómica, sin duda! Besos desde Catalunya

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  3. Esta ciudad y este país valen mucho la pena. Ahora un pequeño gran saltito hacia la paz y a seguir adelante. Por aquí nos tendréis a partir de 2013 para lo que haga falta!
    Besotes.

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