Hablando de profesiones estaban en el tren mis compañeros de viaje. Uno que es ingeniero agrónomo le comentaba a otro colega que en estos momentos estaba de viaje por estas tierras tan solo por unos días, que había venido a ver a la familia y se volvía de nuevo para Honduras, país en el que trabaja para una ONG con sede en Córdoba tratando de organizar los cafetales y a los campesinos, certificando cooperativas, ayudando en definitiva. El otro compañero de viaje casualmente también era ingeniero agrónomo, había estudiado en Lleida y ahora tenía un vivero de planta ornamental y de esquejes para agricultores, se dedicaba básicamente a la multiplicación en macetas. Encontramos un punto en común para nuestra conversación, el café, los alimentos, las semillas, los varietales, las multinacionales, el precio de las cosas y entre tanto hablar surgió un tema no menos interesante. El primero, antes de irse para las américas había estado trabajando diseñando jardines, el segundo vende a los jardineros plantas cuyo nombre desconocen ellos mismos y yo tengo un jardín, vaya, al menos eso me gustaría.
El caso es que la queja o el comentario era que existía mucho intrusismo en esto de la jardinería, cualquiera con unas tijeras de podar ya es arquitecto de jardines. Al trapo entré yo con esto del intrusismo. ¿Hay intrusismo en la cocina?
Sin duda alguna hay en el sector una falta de mano de obra cualificada que es un escándalo, mucho obrero de la cocina y poco artesano. Y aunque no es eso lo importante pues tanto el uno como el otro viven de su oficio... ¿Qué hay de aquel que ante la falta de ingresos ve en las cocinas una salida muy oportuna? ¿Cuántos estudiantes utilizan este sector en períodos vacacionales? ¿Cuánto inmigrante no encontró trabajo de lo suyo y acabó en una pica o pelando cebollas? ¿Y cuánto empresario de tres al cuarto abre un negocio de hostelería tan solo para lucirse con sus amigos?
Y es que “la cocina está de moda”
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