
Una vez más el amigo Daniel nos sorprende con sus frutillas y descubrimientos. De su visita a Madeira nos deja este estupendo artículo y maravillosas fotos.
LA COSTILLA DE ADÁN. TAN CERCA, TAN LEJOS
Al viajar, y como dice Anthony Bourdain en su libro Malos Tragos (USA, 2006 / Barcelona, mayo 2007), “uno tiene presente en todo momento lo que no sabe, lo mucho que falta por ver y aprender, lo grande y misterioso que es este mundo. Resulta frustrante y adictivo, […] y se descubre cuánto queda por ver y cuán escaso es el tiempo.”
Viajar, oler, beber, probar, saborear y, sobre todo, la adicción a buscar libros de cocina allá donde viajo. Esta vez Madeira, la isla de la eterna primavera. Explicar que existe una pequeña isla subtropical en plena Europa con una naturaleza exuberante y sorprendente, donde hay volcanes y ríos subterráneos, selvas prehistóricas y playas de arena negra, el segundo acantilado más alto del mundo sobre el océano… puede parecer mentira, pero todo eso me lo he encontrado en Madeira.

Uno de los objetivos al pisar su capital, Funchal (por cierto, originariamente derivada de funcho, hinojo en castellano), fue visitar el Mercado do Lavradores, en pleno casco antiguo. Ocupa un edificio con un estilo que oscila entre el art decó de los años 30 y el modernismo. La primera sorpresa es el olor y el poder admirar la cantidad de plantas y flores expuestas y vendidas por las floristas que lucen trajes típicos regionales. En el piso inferior, se encuentran los puestos de la carne y el pescado. Estos primeros con unas cámaras frigoríficas tras los mostradores con un gran ventanal a través del cuál se puede admirar las piezas en bruto colgando de enormes ganchos.

Los impolutos puestos de pescado se encuentran en una extensa sala con mostradores y paredes de mármol color crema, donde se exponen las piezas de pescado fresco o en salazón. Los vendedores limpian y trocean el pescado al momento en mesas y picas de acero inoxidable. Uno se pasaría la mañana viendo todo ese ajetreo.
En el primer piso se encuentran los puestos de frutas tropicales, hortalizas y especias. Allí fue donde de la mano de un avispado tendero descubrimos y “nos vendió” pequeñas bananas de increíble sabor; pitangas, una especie de “cerezas” de origen brasileño de sabor amargo-dulzón sorprendente; higos chumbos, chirimoyas gigantes, mangos y guayabas; guindillas inofensivas y guindillas piri piri, las más picantes de la isla. Una verdadera gozada.

Pero hubo un fruto que nos descolocó por completo. El frutero lo llamó banana-ananás. Es un fruto alargado, de forma cónica, de color verde y curtido con unas escamas hexagonales que forman su piel. La pulpa interior es dulce y sabrosa, un cruce entre plátano, piña y chirimoya. Alucinado, compré una pieza y llegado a Barcelona me dispuse a indagar sobre el curioso fruto.
Esta vez no era un libro el que me había cautivado y lo mejor de la historia estaba por llegar. Era aquello a lo que se refería el gamberro de Bourdain: más viajas, menos sabes. Pero además en este caso, el misterioso fruto me demostró que a veces tenemos cosas muy, muy, muy cerca y sabemos muy, muy, muy poco de ellas…
Descubrí las primeras informaciones en un artículo dedicado a las frutas de la isla en un blog de Madeira subtitulado A pérola do Atlántico
Cual fue mi sorpresa al descubrir que la planta que da el fruto que tenía en mis manos era, ni más ni menos que mi planta favorita, la más cuidada y mimada y la que decora exuberante la entrada a mi restaurante: la Costilla de Adán.
Seguí el rastro de la información hasta dar con un libro en mi estantería; El gran libro de las frutas (Bob Flowerdew, 2006). Así pues, os presento a la sorprendente y espectacular: Monstera deliciosa
La Costilla de Adán es originaria de América Central pero se ha extendido por todo el mundo gracias al atractivo de sus hojas y a su increíble durabilidad. Su fruto se descubrió en México y se conocía originariamente como el árbol del pan mexicano. Se conoció también como la planta de las escamas y fue clasificada como Philodendron pertusum, posteriormente como Monstera acuminata y actualmente como Monstera deliciosa.
En 1874, la fruta de esta planta se mostró a la Sociedad Horticultural de Massachussets. La fruta es tan deliciosa como sugiere su nombre, pero las espículas que contiene cuando no está madura la hacen desagradable, por lo cual nunca ha conseguido una gran popularidad.
CULTIVO
Una de las plantas más duraderas y resistentes que se han descubierto. Resiste condiciones hostiles de oscuridad y sequedad en todo el mundo. Sólo fructifica si vive en un lugar cálido y húmedo. No requiere tanta luz natural como la mayoría de las plantas tropicales y ha crecido en invernadero en muchos países.
Para cultivar y fructificar bajo cubiertas de vidrio o en recipiente, se le debe dar unas condiciones óptimas de agua abundante y pulverizada.
REPRODUCCIÓN, PODA Y FORMACIÓN
Se pueden acodar por aire, aunque arraigan fácilmente a partir de esquejes. Trepan sin problemas por el tronco áspero y derecho de un árbol o por cables contra una pared. Valor ornamental excelente prácticamente en cualquier lugar libre de escarcha.
COSECHA, ALMACENAMIENTO Y USOS CULINARIOS
Cuando la fruta está madura parece que se hinche por el interior y las escamas rugosas y hexagonales de la piel se desenganchan, se pueden soltar como si fueran botones diminutos. Es entonces cuando se puede consumir la pulpa. Se debe probar con cuidado ya que las diminutas espículas de oxalato de calcio irritan la garganta a algunas personas.
No hay problema por las espículas si se consume el fruto maduro. Este fruto sólo se consume como postre y es muy popular en los mercados nativos