Ser coleccionista es un
entretenimiento maníaco. Colecciono cosas desde bien chiquito. No
se cómo me habitué pero es evidente que este comportamiento, este
instinto vulgar de egoísmo caló hondo. Pareciera en cada momento
determinado que esos objetos, esas colecciones fueran lo más
importante de la Historia del Universo. Algunas cosas es guardar
como, no una colección. Guardar como no precisa clasificar, guardar
como no tiene fin. Las colecciones están acotadas.
Empecé animado en el
seno familiar con una colección de sellos que hacía mi padre
para todos sus hijos, me animé con las latas de cerveza y otra de
llaveros. Inacabables. A este mundo imaginario que me fascinaba le
siguieron las monedas, los mecheros, las cajas de cerillas... ¿Qué
fue de aquellas colecciones? . No todas han corrido igual suerte,
unas desaparecieron y otras deben andar por algún rincón del
granero de Tomás Langa.
Ahora guardo libros,
libros y más libros. Libros aquí, libros allá, libros por todas
partes. Los catalogo, los clasifico, los leo, los guardo, los
comento... Colecciono libros de cocina de viejo. Atributos como
estar escrito en castellano o en catalán, ser primeras ediciones,
tener más de cien años, firmados, dedicados o con exlibris son
importantes.
Y guardar guardo algunas
cosillas. Utensilios artesanos relacionados con la alimentación
humana de cualquier lugar del mundo, cosas así como rodillos para
amasar, cazos, cuencos, batidores... Entre todos ellos especialmente
morteros. Las cucharas de postre y de café también tienen una
atracción especial, las acumulo desde mi emancipación, lo que más
me gusta es que sean todas diferentes. Los azucarillos también los
guardo, los del café del bar, como no tomo pues eso, pa' casa, eso
sí, en casa van cayendo, compro poco azúcar.
Y ¿qué más? Ah si!
Guardo Coca-cola, en el sentido más amplio de la palabra
¿Y tú? ¿Coleccionas o
no coleccionas? Si es así ¿qué coleccionas? ¿qué guardas como?
“El
coleccionismo como una conducta ligada a naturalezas maníacas y
megalómanas, estrechamente relacionada con comportamientos
premórbidos, como la usura o la avaricia”
“Tras
la conducta del coleccionista privado se esconde la obsesión de
objectualizar el legado del pasado y de convertirlo en un patrimonio
valiosísimo de bienes, unos bienes que no poseen valor pecuniario
alguno, y que sin embargo constituyen un incalculable tesoro.”
Jairo
Luiz Corso, (Revista Rio Grande Filatélico, 2003)
Un crumble de zanahorias con Coca-Cola para los amigos de Olleta de verdures
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