jueves, mayo 30

Una ilustrada minoría, mujeres del siglo XX

Una lista, esto es una lista de libros y de mujeres. Mujeres afortunadas que representan una ilustrada minoría y algunos libros. Casi todos escritos en la primera mitad del siglo pasado. Como todas las listas, incompleta. Estos libros son un reflejo conmovedor del tiempo. El relato sinuoso de la gastronomía, de las historias del comer, de las ensortijadas raíces y tubérculos rollizos de los fogones del hogar. Costumbres de pitanza en la que corre el rastro de unos vecinos influyentes. Castizo y burgués. Estas mujeres extraordinarias, que han cocinado poco, van y escriben recetarios. Hay mucho de adoctrinamiento social en sus páginas, en la forma y en el fondo. Hay cocineras, sirvientas y Señora de la casa, también salen los maridos y el párroco bendiciendo el libro.

Estas obras de la gastronomía son inagotable fuente de estudio y un interesante documento etnográfico. El pasatiempo ideal de un cocinero curioso, de una mente preguntona y capaz de cuestionarse algunas cosas. ¿De qué diferentes maneras nos cuentan el bacalao a la vizcaína, el chilindrón o la pepitoria? ¿Qué hay de los canalones, las migas o la mahonesa? ¿Son iguales todos los churros y mantecados? ¿De qué fuentes han bebido para escribir tanta receta? ¿Tienen un antepasado común estos libros?

Eladia Martorell Vda. de Carpinell escribió “Carmencita o la buena cocinera. Manual práctico de cocina española, francesa, etc.” en 1899. Se trata de uno de los libros de cocina en lengua española más editados en este país. Un libro muy popular entre no pocas señoras de la casa de principios del siglo XX. Editado recientemente una vez más por la Librería Universitaria de Barcelona (2004) se puede adquirir a través del Espacio gastronómico de re coQuinaria.


La Vanguardia 11/08/1905
Mi cocinera. Colección de recetas prácticas, sencillas y relativamente económicas. Vistas hacer y tomadas al oído.” que firmada por La dueña de la casa vio la luz por primera vez en 1905 gracias a la Librería Domingo Ribó de Barcelona. La dueña de la casa habla de Su Cocinera como una muchacha tosca y bisoña, maestra en el arte, por natural despejo y predisposición. Se pronuncia a favor de una cocina que no abusa de especias y afirma que tampoco precisa de las galas de fuera para dejar siempre bien puesto su nombre.Aquí tenemos migas, ropa vieja, unos huevos fritos de vértigo y una adulterada mayonesa.

Madrid, 1942



"Mi cocinera" es también el título de una obra estrenada en marzo del 27 en el Teatro Infanta Isabel de Madrid. La obra la firma Tristran Bernad y la adaptación castellana es de Antonio F. Lepina y Federico Reparaz. Nótese  error en el  nombre del autor . (Tristan Bernard, Paul Bernard, 1866-1947)





Bacalao a la vizcaína



Con el seudónimo de Nieves, escribió María Josefa Alas Pumariño y Troncoso el libro titulado, “Ramillete del ama de casa. Contiene fórmulas de cocina y repostería” en 1912. Un libro que nace con el deseo ser el preferido en todos los hogares. Reivindica la función una señora verdadera ama de casa, prescindiendo de un cocinera, debido al exagerado gasto que conlleva pero, eso sí, siempre asistida por una sirvienta. Dirige la entrada del libro a sus lectoras. Esta pequeña colección de recetas prácticas y sencillas será editada en no menos de 30 ocasiones a lo largo del siglo. A la segunda receta de bacalao a la vizcaína (ver foto) le sigue una sentencia que reza así: "Esta es la verdadera fórmula de bacalao a la vizcaína". Nótese la semblanza con la publicada por Doña Dolores Vedia de Uhagón en "La Mesa Española".


La Mesa española, 1898

Emilia Pardo Bazán (1851-1921), también conocida como Condesa de Pardo Bazán, publicó las recetas de su vida en “La cocina española antigua” en 1913. Es un compendio de recetas que aparecieron anteriormente en la revista “El Hogar y la Moda”, o como dice la autora "un libro del fogón de una modestísima aficionada". La condesa es respetuosa y con frecuencia menciona las fuentes de sus recetas. En el caso de la del "bacalao a la vizcaína legítimo" nos remite al libro "La Mesa Vizcaína" de la mencionada Doña Dolores Vedia.

La Cocina Moderna, 1918
Carmen de Burgos Seguí (1867-1932), alias Colombine, es una magnífica periodista e interesante personaje sobre el que tenemos el firme propósito de escribir en breve y en profundidad. Escribe "Nueva cocina Práctica", el popular "Quiere usted comer bien" (1917) y "La cocina moderna" en 1918. Colombine si que ha tocado los fogones, literalmente, los de la cocina -digo yo. La receta de la paella es muy similar a la de "El Cocinero práctico" (1892). Aquí hay mucha cocina del terruño, escabeches, gachas, gallina en pepitoria, pollo a la Marengo, ayoli, mayonesa y una vez más, bacalao a la vizcaína.

9ª edición - 1956

Nicolasa Pradera Mendive (1870-1959), sacerdotisa de la cocina vasca según describe Gregorio Marañón en el prólogo de “La cocina de Nicolasa” en 1933. El libro recoge algunas de las recetas que hicieron famoso al prestigioso restaurante Casa Nicolasa, fundado en Donostia en 1912. Bacalao a la vizcaína y otros pocos más. Desde el corazón del libro, no deja la autora de recomendar la lectura de "Los platos clásicos de El Amparo" publicado unos años antes.


Ramona Perera de Capó (1904-1981), natural de Borges Blanques, publica a sus 33 años "Cocina científica racional, más de cien entremeses trofológicos aliñados con limón". Un libro bañado en el naturismo científico de Pentalfa dónde el sexo solo tiene cabida para la procreación y la alimentación se basa en el "no matarás" Su hija Odina, tiene en la calle Pintor Fortuny de Barcelona, un restaurante vegetariano que se llama L'Hortet. Del prólogo de este libro transcribo unas líneas:

"Los artífices de la cocina, que son los que debieran conocer la ciencia de la alimentación, comúnmente suelen ser los más ignorantes en dicha materia, reduciéndose su arte a despertar falso apetito, mezclar promiscuamente toda clase de alimentos, buscar platos raros y presentarlos bien."

Maria Mestayer de Echagüe (1877-1949), más conocida con el seudónimo de Marquesade Parabere, escribió numerosas obras de gastronomía. Su obra más importante son los dos volúmenes de  “Enciclopedia de la cocina” pero hemos decidido compartir aquí su libro quizás más desconocido, “Entremeses, aperitivos, ensaladas” editado en 1940 por ediciones Hymsa. Otro libro de parecido título, “Entremeses, bocadillos y meriendas”, apareció en las mismas fechas firmado por Carmen Sanahuja de Sans y editado por Fernando Soler Queralt en Palma de Mallorca.


Sabores, 1952

Victoria Serra Suñol escribía en 1945 el libro “Sabores, cocina del hogar”, para postre el libro de cocina de mi madre, aquel con el que yo crecí y que acostumbraba a ver abierto por alguna de sus páginas en la encimera de la cocina, maltratado por el uso, con sus restos de salpicaduras de aceite. Otro super ventas que todavía se puede encontrar en numerosas librerías modernas. Con sus canalones, bacalao a la vizcaína, paella valenciana, chilindrones y pepitorias. Un libro lleno de fórmulas, que no recetas, calculadas en su mayoría para seis personas y en el que las especias son de uso poco frecuente, tal y como nos dice la autora “pues su abuso en general perjudica la salud” .

jueves, mayo 16

Dibufala, mozzarella de verdad en Colombia


Querido amigo Xesco, querido amigo quesofóbico:

Le aviso con antelación. Esto va de queso. De queso de búfala. De búfala de verdad. De verdad de la buena.

A mi calva llegan recuerdos de cuando usted oficiaba de profesor de cocina en el barri de la Ribera y un servidor se esforzaba en torturar cebollas ciselé o conseguía cuajar huevos en pretendidas cremas catalanas. No recuerdo muy bien en que contexto, usted habló de mozzarella italiana y la supuesta leche de búfala que predican algunas etiquetas de los envases, espetándonos aquello de que no se criaban suficientes búfalas en Europa como para producir semejante cantidad de aquellas flotantes bolas de queso que demandaba y sigue demandando el mercado. Que aquello era leche de vaca y que, en algunos pocos casos de pretendida honestidad productora, se mezclaba con algo de leche de búfala. Ojalá estuviera usted ahora a mi vera para comprobar, con maravillada fascinación, el trabajo de esta pequeña empresa familiar que voy a presentarle.

Presiden el despacho las primeras búfalas en las que confió Dibufala

Como muchos bellos proyectos, todo se inicia en amistosa reunión y trago mediante. En Colombia hay actualmente 400.000 cabezas de búfalos. Las trajeron desde Italia los cruzados, vía Caribe, para acabar en la zona chocoana allá por el inicio de los años 50 del siglo pasado. El ganado, bueyes y caballos, trabajaba en las duras condiciones de lluvia y humedad, típicas de la selva tropical, y acababa muriendo. Hasta que el ICA decidió llevar búfalos para sustituir el ganado tradicional. Le cuento, amigo Xesco, que los búfalos no son domésticos y que todavía quedan unos pocos expertos en amansar a estas bestias. Amansan cuatro cabezas al mes, vamos, que son los Césares Millán del campo. Los bufaleros de los Llanos utilizan a los machos para recolectar la palma, son la fuerza motriz de la palma en Colombia. Pero ¿y las hembras?. El trago y el destino dan un empujoncito al atrevimiento. Un valiente propone “hagamos queso, hagamos mozzarella”.

Y en ese momento empezó a germinar lo que se convertió en el año 2010 en la empresa Dibufala.

Como en los mejores tiempos de gastroblogger

¿Se ha imaginado usted alguna vez ordeñar semejante bicho de redondeada cornamenta y 800 musculados kilos? Además, en comparación con las vacas que pueden dar leche por más de 290 días seguidos, las búfalas paran de dar leche cuando van a tener una cría. A las vacas se les estimula para dar leche con máquinas de ordeño, la búfala dará leche con la cría. Aún con la espera de la madre naturaleza, sepa usted que en Dibufala se recolectan 2.000 litros diarios que producen 800 kilos de materia prima de excelsa calidad.

Mi anfitrión y gurú del laticello es don Alejandro Gómez Torres. De verbo fácil, rápido y cercano. Científico cuando debe, humilde si uno pregunta. Aventurero que aterrizó en el sur de Italia para bucear en leche, en fermentos, en cuajadas y en grasas acuosas. Allí aprendió los secretos de la alquimia láctea que se esconde bajo la DOP mozzarella di Bufala Campana. Con tenacidad,  verborrea y buenas maneras se trajo a Colombia a un maestro quesero y unas máquinas dignas de la factoría de Maranello. Actualmente, su planta de producción, es un ejemplo de titánico esfuerzo, fe inversora y fanática disciplina, sobre todo en un país en el que la calidad de servicio al cliente luce por su ausencia, la honestidad se compra a golpe de chequera y la burrocracia traba, hasta límites kafkianos, a los jóvenes empresarios con ganas de hacer excelentemente bien las cosas.

Le digo, amigo Xesco, sottovoce, que los propios expertos italianos que han visitado Dibufala en Bogotá, afirman cabizbajos y derrotados por la excelencia, que esta mozzarella colombiana está muy por encima de todas las mozzarellas italianas excepto en un par de casos que le comentaré a usted en privado para no crear camorristas susceptibilidades ni provocar sangrientas reyertas.


Junto a la planta de producción pudimos charlar, comer y amar a estas esferas misteriosas que son las mozzarellas de búfala. Allí recibe, oficia en los fogones y te mima la mamma, Elsa Torres. Una gozadera de mujer, con generosa conversación y que seduce a golpe de bresaola, de pizza casera, de ricas conservas, de inolvidable tomate asado y confitado, del mejor Parmesano que uno pueda encontrar en Bogotá, de AOVE Thuelma de Jaén, de pan amasado y horneado a dos metros de distancia, de Malbec de la familia Gascón,  de tomates que quitan el sentío y que llegan de la huerta de don Alberto McAllister (de los que le hablaré, querido chef-Xesco-con-huerto-enfrente, en otra ocasión). Y, por supuesto, uno cae rendido y conquistado con el desfile de los productos bufalescos de la casa: elegante mozzarella, divina burrata y goloso yogur. Todo 100% leche de búfala colombiana.

En Italia, es pecado mortal refrigerar estos mochados quesos, de mochar viene el origen de su nombre y el peculiar labio de su corte. Entre otras razones, porque a una temperatura ambiente (ambiente bogotano = aprox. 11-20°C), se disfruta del gastroacontecimiento que uno de los más honestos chefs colombianos bautizó con el poético nombre de “lágrimas de sirena”: la mozzarella llora gracias al fermento, llora lágrimas lechosas, blancuzcas, anacaradas. Le diré, goloso amigo, que para un servidor fue como saborear el alma de la búfala: algo salvaje. Como si nuestro recién desaparecido Bigas Luna hubiera firmado “La teta y la búfala”. Un viaje gastronómico guiado por brujos, hechiceros y chamanes de lo lácteo. Tenga usted en cuenta que, esas cosas llamadas fiordilatte y elaboradas con leche de vaca, no lloran; y si lo hacen, lloran suero. Y eso, definitivamente, no es lo mismo.

La legislación y normativa alimentaria obliga a refrigerar todo producto lácteo natural, normativa que generalmente aborrega al consumidor y cercena a la verdadera cultura gastronómica popular. La piel de estas esferas lácteas que flotan en el agua debe ser tersa, nunca debe despellejarse al tacto y el lomo del cuchillo debe rebotar pero nunca romper tan blanca e imperfecta redondez.

La burrata ronda los 125 gramos por unidad, se “pliegan y atan” a mano tal y como marca la tradición, y sus bocados le llevaron a un servidor de paseo por la lujuria del paladar. Casi roza la herejía añadirle aceite de oliva virgen extra y escamas de sal, pero es bien cierto que esa trilogía convierte instantáneamente al hereje en santo y divino pecador. Mozzarella y burrata son un espectáculo por si solos y uno se arrepiente de todo lo engullido anteriormente con supuestos nombres bastardos. Y uno se da cuenta de lo ignorantes y cabestros en que nos convierte la industria alimentaria.

Usted, querido cocinero, conoce bien las preferencias de mi paladar, y sabe que no soy muy amigo de los yogures y similares. De nuevo, DiBufala destierra los palatales prejuicios y los paupérrimos conocimientos que se tienen de este maltratado producto industrial, otrora excelso y sanísimo remedio medicinal. Y si la mamma Elsa le otorga pitagórico apellido de miel a dicho yogur, éste se convierte en aristócrata postre al alcance de cualquier plebeyo que quiera cuidar de su alma y de su cuerpo. Le confieso amigo mío, de nuevo sottovoce, que yo me lo zampo con abundante mermelada de naranja amarga, eso sí, de la que cocina mi suegra.

Uno de los grandes problemas con los que un servidor se ha topado en Bogotá es la dificultad de encontrar excelentes productores con excelentes productos. Sin duda, Dibufala ha sido la excepción que confirma la regla. El consumidor de a pie puede disfrutar de ellos si visita los supermercados Carulla y Éxito; así como en algunos platos de destacados restoranes de la ciudad como el de Harry Sasson, los de Leo Katz, los del grupo Takami o los omnipresentes Crepes&Waffles. Además, Dibufala ha iniciado la exportación a USA y Chile.

Así pues y aunque su quesofobia no lo comparta, no queda más remedio que desgañitarse al grito de viva el queso. Larga vida al queso de búfala. De búfala de verdad. De verdad de la buena.



sábado, mayo 11

Serie cartas: Castellbisbal - Bogotá


Estimado cowboy de medianoche y las cuatro zancadas:

Leyéndole a usted es como viajar al otro lado del charco. Aprecio unos modos que ilusionan a través del sentimiento que transmiten las descripciones. Las más amenas que han pasado por mis pupilas en los últimos tiempos. Saltan a la vista los resultados de esas clases de oratoria y escritura, de adaptación al medio y tal, de cotilleo con las vecinas (el gato tiene la culpa). Si hombre, ese gato que se alimenta de mosquitos XL, no nos pretenda engañar. Yo le veo, el primer día que vio unos de esos bichos voladores blandiendo la raqueta achicharradora  subido a lo alto de la cómoda, y gritando a lo Freddy Mercury alguna que otra perlita. #masterchef.  Sí señor, agradecemos enormemente su labor de comunicador, gracias por compartir tantas cosas chulas del comer, del beber y del buen hacer, es usted un maestro.

Sepa bien, querido amigo, que hemos descubierto un grupo de filibusteros cocinantes allá por las Américas que dicen hacer pasta fresca que está para tocar el firmamento, cochinillo crocante made in CyL, croquetas de la nieta de la gabacha y no sé cuántos panes de La Trinidat! Si en su buen hacer estimase oportuno hacer alguna averiguación al respecto y compartirlas con nosotros sus lectores, le estaríamos eternamente agradecidos. Lo mismo les mado un CV. ¿Sabe usted si hacen algo de formación on-line? No importa, queremos saberlo todo. Usted comparta, comparta con nosotros.

Por aquí andamos a la gresca con los de siempre y por lo de siempre. Qué le voy a contar que no sepa ya! El mes de mayo nos trae algunas celebraciones y con eso se mantiene el buque a flote. Acróbatas de la restauración. Entre semana la cosa se mantiene, unos días más y otros menos. Nuestra estructura es demasiado grande y muy costosa. Seguimos realizando acciones comerciales publicitarias participando en eventos, jornadas, cursos…

Ya va para tres años que vengo dando talleres en Sabores. Hemos hecho muchas tapas y algunos arroces. Estoy cansado de las tapas, ya cuando entré no era un curso santo de mi devoción, por la temática digo, pero la demanda decide cuál es el curso que se vende.  Y tapas vende. Poco a poco los arroces se han ido abriendo hueco, no hay tanto interés pero va aguantando el tirón. El próximo mes estrenamos un taller nuevo “Hoy cocinamos con…Rodaballo!” #delmaralplato. El resultado final es semejante al taller de tapas pero el nombre es otro, comercialmente seguro que vende más “Tapas creativas con rodaballo”, pero me motiva el hecho de ir cambiando no tanto las recetas como el producto principal.

Claro señor mío, la cabeza de un servidor sigue trotando a mil, ya tú sabes. Seguimos colaborando con algunos escritos en la prensa de la comarca, lo que da un poco de presencia y nos acerca a la vecindad. Los chicos de la ciudad: Tiriti, SaraMaria, Silvia, Roger, Manuel Centelles, Massitet, Chozas, siempre preguntan por vos. Cuéntenos algo buen hombre, todos se lo agradeceremos.

Las fieras. A toda pastilla. El mayor está todo el día con la pelota o la bicicleta haciendo excursiones y la pequeña me tiene chalaíto perdío. Nosotros gozamos de buena salud compartida de tanto en tanto con nuestras viejas conocidas jaquecas, el túnel carpiano que presiona mis manos, el estrés y otras menudencias.

Estuvo de visita el amigo Polaco, en Jaume. Una semana compartiendo la vida. Es un grande, se lo ha tenido que currar mucho pero le va bien. La vida no le ha sonreído todavía todo lo que se merece y estoy seguro que algo bonito le está esperando en algún lugar, quizás en Asia. Me muero de ganas por ver su tesis publicada.

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Advertencia: la consulta a los perfiles de estos dos golafres puede producir graves trastornos de personalidad o en la alimentación y afectar seriamente su salud. Se recomienda por lo tanto, practicar el chafardiring siempre con el estómago satisfecho y buenas facultades mentales.

Quería escribirle unas líneas sobre un temita que me ha tenido unos días dándole vueltas. En este país se oyen campanas sobre una futura asignatura de Gastronomía en las escuelas a partir de septiembre. Estaba yo meditando al respecto, haciéndome preguntas sin respuesta y quería compartirlas aquí pero por ahora no me sale. Pero bueno, a ver si me entero de alguna cosa más y si eso le digo dónde hay que mandar el CV. Queda pendiente aquí pero algo puedes leer en "Cultura i Cuina" (aquí a la derecha).

Por ahora eso es todo, si me dejó algo ya volveré. Le hago llegar efusivos recuerdos de toda la familia y allegados. Reciba un fuerte abrazo.

A más ver, querido canalla

Xesco

miércoles, mayo 8

Baluy, chachafruto o fríjol de árbol

Estimado cocinero con huerto al frente:

Tengo en mi nuevo barrio el privilegio de estar rodeado de tierra fertilísima. No tengo intención de nombrarle la flora que me rodea, porque no tengo ni pajolera idea y porque tampoco creo que fuera de su interés. Ya le mandé a usted unas foticos en las que se ven calabazas criándose a más de quince metros de altura, encaramadas a las copas de unos arbolotes y dispuestas a descabezar a cualquier incauto que se atreva a disfrutar de una siesta a la sombra.

También sabe usted, de buena tinta, que gozo de tremendas chimeneas a las que alimento con madera de otros árboles que se han ido aprovechando dentro del terreno familiar. En un paseo, de esos con carretilla para hacer acopio de troncos, observé unas enormes vainas entre verdosas y negruzcas que, por inculto y cabestro, ignoré y atropellé, eso sí, sin premeditación ni alevosía.

Lo que son las cosas, amigo mío, que pasados unos días aparece doña María Luisa en la puerta de casa. Ella es señora de poca palabra pero de gran sabiduría popular y enorme habilidad coquinaria. Sin ir más lejos, de sus fogones ha disfrutado un servidor del mejor ajiaco y de unas muy ricas mandonguilles. A lo que iba, que me aparece doña Maria Luisa con aquellas desatendidas vainas. Imaginará usted mi cara de pasmado.

Las vainas en cuestión fueron presentadas con el nombre de baluyes y acompañadas de sencilla preparación similar a las de unas papas hervidas. Adivina usted bien, mis pasos se fueron primero a la biblioteca antes que a la cocina. Reincidente en mi ignorancia, tardé un buen rato en percatarme del plural de mi manojo de baluyes y que debía buscar respuesta en el singular baluy. Y, no conforme todavía con mi hallazgo, descubrí otros populares nombres para el fruto de la vaina: chachafruto, balú, poroto, sachaporoto, basul, pallar. Así como algunos de sus nombres entre las etnias indígenas de Colombia: juatsëmbëse, uswal, chapurutó y farru caci. Y ya, si me pongo más vacilón con usted, le suelto aquello de Erythrina edulis, Triana. Y me quedo tan ancho.

Hermoso y ornamental árbol pues, el que tenemos a cuatro zancadas de casa. El saber popular también me cuenta que es muy usado como poste para cercas vivas y para dar sombra a las zonas de cafetales. La historia y la leyenda cuentan que el chachafruto llegó a Colombia desde el Perú, lo trajeron los indígenas inganos, descendientes de los incas, quienes venían huyendo de la guerra y traían semillas cocinadas como fiambre y semillas vivas que sembraron por el camino hasta que se establecieron en un sitio llamado Porotal, que queda a seis horas a pie del valle del Sibundoy, en el Putumayo.

Respecto a sus usos culinarios, me cuentan que "el chachafruto de los árboles se pierde, no se consume ahora, a la gente le gusta todo lo comprado, la gente lo tiene en sus jardines o en sus tierras pero no sabe cómo se usa". En la zona del Cauca se preparan tortas, natillas, masato (bebida), arepas de güiba, diferentes platos de diario y sobre todo para hacer pan. Aún así, es un alimento que se está perdiendo. Una especie de símbolo de la alimentación del pasado. Me recuerda a las gachas o a las algarrobas de mi andaluz abuelo.

Le diré con regocijo, querido amigo cocinero, que sentados ambos a la mesa frente a un plato de chachafrutos hervidos y sazonados generosamente con sal (casi como unas papas arrugás), se los zamparía con más fruición un servidor que usted. Tienen un peculiar sabor que se cruza entre la patata, el boniato y su no tan querida castaña predominando el conjunto. A mi ignorante paladar sudacatalán le ha parecido de excelso sabor, sobre todo salteados ligeramente con mantequilla.



En otra receta que no me he atrevido a ejecutar, he encontrado a los chachafrutos transformados en salsa con base de crema de leche y acompañando a unas pechugas de pollo con verduras y champiñones. En cualquier caso, me parece más atractiva (y trabajosa) la receta que le transcribo a continuación, extraída del libro Deliciosas frutas tropicales:

Chachafrutos glaseados:

"Se cubre 1 libra de chachafrutos con agua y se cocinan unos 40 minutos o hasta que una aguja insertada en la base de uno de ellos penetre sin dificultad. Se disuelve 1 libra de azúcar granulada con 2 cucharadas de glucosa líquida en agua y se hierve hasta que el almíbar esté a punto de hilo. Se vierte en una refractaria, se deja enfriar, se sumerjen los chachafrutos y se dejan reposar 2 horas.
Se pone al baño maría, cuando hierva se retiran los chachafrutos y se pone al fuego el almíbar hasta que quede un poquito más espeso. Se retira del fuego, se sumergen nuevamente los chachafrutos y se dejan entrapar durante 12 horas. Se repite este procedimiento dos veces más aumentando cada vez el espesor del almíbar. Se sacan y se ponen a escurrir en una malla durante 24 horas en un lugar caliente y seco. Se sirven como bombones."  

No le robo más tiempo a usted, querido Xesco, que seguro le esperan espectaculares frutos en el huerto de enfrente. Un servidor, si para de llover, se dará una vuelta por aquí cerca para recoger otra tanda de baluyes con doña Maria Luisa.

Abrazos y descubrimientos.