Querido compañero de fatigas gastronómicas:
Bien es verdad que no siempre ocurre lo que narraba ayer.
Hoy, para cambiar de tercio te contaré otra historia, con sus más y sus menos,
pero con encanto.
Cosas del destino, hace unas semanas descubrí la comarca
del Matarraña. Iniciamos una relación virtual con algunos empresarios de dicha
comarca que andaban a la búsqueda de un restaurante en Barcelona dispuesto a
colaborar en la difusión de su cocina, de sus productos y de su cultura. Presto
me dispuse a colaborar en lo que estuviese al alcance de mi mano pero algo
falló, te aseguro que no fuimos nosotros y todo se fue al traste. Cuando sea el momento y solamente si
es necesario desde aquí argumentaré el porqué las cosas no salieron como
debían. Como a un niño pequeño que le ponen un caramelo en la boca y luego se
lo quitan, así me sentí yo. Pero como uno ya lleva unas cuantas carreras
corridas y las ve venir pues eso, a otra cosa mariposa. Iluso ingenuo.
Incríble Matarraña |
El caso es que tras un fallido encuentro en el Matarraña
decidí visitar la zona por mi cuenta y riesgo. Me cuesta poco coger el coche, como bien sabe usted, y hacer unos quilometrillos con la única finalidad de pasar un buen
día con los míos allá por dónde sea. Dicho y hecho. Un domingo por la tarde me
pongo en contacto con un hotelero de la zona, hacemos la reserva y para allá
que nos vamos. Dos horas y media desde Castellbisbal aproximadamente. Llegamos de noche, nos estaban esperando.
Solos en el pequeño hotel. Mesa para cuatro, festival de cena y al catre.
Esto es Rafales, una entrañable localidad que enamora, con un valor
paisajístico tremendo. Estamos en La Alquería, hotel rural y restaurante,
regentado por la excelente pareja de anfitriones José Antonio y Clara. Él de Ciencias
y ella de Filosofía y letras. Entre fogones encontraremos a Clara, siempre
ideando cosicas nuevas, dando talleres de chocolate, pastelería o lo que haga
falta. Agarrando la pala para quitar hielo del parterre del colegio de los
chiquillos o enseñando castellano a los inmigrantes del lugar. Apasionada desde
pequeña, amante de los olores del pasado, cocinera de pies a cabeza, una gran
persona. Coincidimos: hoy en día los jóvenes cocineros hacen esferificaciones
del derecho y del revés pero no una buenas lentejicas o una tortilla, frase
para enmarcar en el dintel de su cocina. Por cierto me quedé con las ganas de
ver la cocina y la bodega, se me pasó. JoseAntonio es todo corazón, inquieto gentilhombre
y buen conversador, amante de los buenos vinos y las cosas bien hechas, con
frecuencia comparte lo cotidiano a través del blog de La Alquería. Lo tiene
claro: la gente que viene aquí sabe a lo que viene. Vaya, nosotros debíamos ser
los únicos que no teníamos ni idea.
¡Qué suertudo eres Pablo! |
Estos chicos de la Ribera son “sangre, sudor y lágrimas”
pero tienen un tesoro. Si un día se me extravía usted por estos lares y no sabe
dónde irse de relajo, vaya por allí, piérdase por el Matarraña y déjese cuidar
en La Alquería. Garantizado.
De la cena guardo buen recuerdo…
Unas croquetas de foie, otra vez con el fuá, muy ricas. Líquidas,
quizás poco crujientes pero de un gusto excelente.
Unos garbanzos de Pedrosillano pura mantequilla, con unos
langostinos para chuparse los dedos. Una ración generosa, jugosa y bien
resuelta. ¡Cómo me gustan los garbanzos bien cocidos!
Y un Ternasco de Aragón de buena casta. El plato con más
personalidad de la cena fue también el que más críticas recibió. Me gusta el
cordero más rosadito y el resto de comentarios ya los saben ellos, y usté si eso
los mira en el Foodspotting.
Un filete de vaca con salsa de senderuelas para quitarse
el sombrero, algo saladito pero sabroso y tierno al tiempo. Un buen producto
bien manipulado. Esas salsa a base de crema, cuando están bien hechas, son bien
ricas oiga.
Pero bueno. Nada de eso importa ni dura tanto en la memoria
como el excelso desayuno que nos arreglaron. Nada especial, es lo que hacemos
siempre – dice Clara. Acabáramos, si lo se me levanto antes del catre y no
abandono mesa y mantel hasta el atardecer. Opíparo, majestuoso, artesano y
excelente. Eso sí es una buena manera de empezar el día. Gracias chicos, amenazamos con volver.
Después de esto anduvimos por los alrededores disfrutando
del entorno, almorzamos en Valderrobres unos buenos caracoles, que lo sepa,
pero eso es ya otra historia.
A más ver querido y extrañado amigo Pantxeta