sábado, mayo 12

Parfait Amour y Pippermint


Uno ha tenido la fortuna de ir a colegio de pago y es chico relativamente obediente. Eso sí, rayo lo sumiso en cuanto a condumio y bebercio se refiere. Así que no soy de remilgo si de empujarse algo nuevo se trata, sea en casa propia, ajena o allende los mares.

A raíz de un setentero libro, el amigo eSedidió proponía hablar de un par de mitos (después de este escrito todavía no me explico mitos de quién) de aquella época: el parfait amour y el pippermint.
A bote pronto, el primero me sonaba más raro que una receta de lamprea en esperanto y, el segundo, reavivó recuerdos estudiantiles de chupitos guarros y de un mítico lugar en la esquina de la calle Ganduxer con Bori Fontestà, homónimo al verde elixir, pero que no he podido acercarme a comprobar si sigue abierto.

No hay muchos libros de licores y coctelería en las estanterías de Gastromimix. Así que, después de consultar a Carlos Delgado en El libro de los aguardientes y licores (Alianza Editorial, Madrid 1987), nos enteramos de que el Parfait Amour es un “Licor al que se le atribuye su invención a los franceses de Provenza, de 30º-36º, Tiene un bello color violáceo, sabor dulce con un predominante aroma de canela y ligeramente picante, elaborado a base de violetas que le dan un sabor característico. También se elabora en Holanda. Licor sofisticado, del que existen numerosas variantes”.

Del Peppermint (en carteles antiguos con I, en botellería moderna con E), Carlos Delgado nos indica que es “un licor de menta, de 20º-30º, más ligero que la ‘crema’, por lo que se ha popularizado como bebida larga, refrescante y sabrosa”. De hecho, si hago memoria, identifico esa botella color kryptonita en estanterías y muebles-bar de diferentes casas familiares de abuelas, tías y vecinas de su edad. Nunca la vi llena o por estrenar y tampoco nunca identifiqué a nadie echarse al coleto un lingotazo verdoso, al menos en público… otra cosa es que alegrara con asiduidad alguna petaca de agua del Carmen…


El gran Pedro Chicote, en su obra Cocktails Mundiales, nos dice que
“El Pippermint, el delicioso licor francés, predilecto de ciertos temperamentos, y con su poquito de historia y todo, es sencillamente un aguardiente fuertemente recargado de esencia de menta y otras plantas exóticas y aromáticas”.

No queda otro remedio que hacer investigación de campo y, como en su día aproveché una reunión de trabajo para sentarme en la Terraza del Sandor, esta vez le propongo a mi compañía reunirnos en el mítico Boadas. Las seis y media de la tarde es buena hora para no encontrar esta minúscula coctelería abarrotada de muy diferentes pelajes y, por el contrario, es ideal para acomodar las posaderas en unos taburetes anclados al suelo y disfrutar del paisaje que ofrecen unas jóvenes septuagenarias sorbiendo de finas copas martini e hincando caninos a unos 'muy modernos canapeses'. Modernos como las joyas y crepados que lucen. 

Nadie debería perderse un par de cócteles en el Boadas antes de que, como dice Sabina, le toque estrenar el traje de madera.

A lo que iba. Como niño que no ha hecho los deberes, me acerco a uno de los tres barman y le informo, lo más dignamente que puedo, que quiero probar algún cóctel que lleve parfait amour. No acabo de entender porqué, en décimas de segundo, interroga a mi gorra inglesa, sopesa a las miopes gafas de diseño que ambos lucimos y le da un travieso repaso al trasero de mi partenaire de trabajo. Me propone un Mar Blau, que lleva vodka y ginebra. Carraspeo y espeto un “eso es perfecto” con voz de durísimo Stallone rodeado de amarillos.

Verdadero pelotazo cuando en las Ramblas todavía luce el sol y hace casi cinco horas desde la última ingesta. Me esperaba algo más violeta, la verdad. ¿Y la guinda…? pues eso, me la comí también ¡qué carallo! casi a escondidas, como el agua del Carmen…

Segunda ronda. Las señoras siguen con su cháchara. Ha aparecido en la barra un joven de chaqué, pajarita, sombrero de Buster Keaton y zapatillas deportivas como las de aquel televisivo Emilio Aragón. Un par de taburetes están ahora ocupados con guiris de calzón corto, chanclas mochileras y piel cangrejo lamida por los primeros rayos traicioneros de mayo. Y desde la esquina contraria, unas viriles canas miran lascivamente al grupo de las joyas y canapeses, alza un ancho vaso de grueso cristal donde flotan unas rocas de hielo en algo muy reserva y, con la siniestra, acaricia un antiguo bastón con cabeza de galgo tallada en hueso centenario.

Con el empuje alcohólico del Mar Blau, pido ahora algo con Pippermint y saco el aifon para anotar los cocteleros nombres antes que se evaporen de mi disco duro. Un Saltamontes. ¿Cómo?. Un Grasshopper. ¡Ah!. Y yo que me dejo llevar. Ahora leo y no estoy seguro si me hizo la versión sola o con vodka, el Flying Grasshopper. No sé si a saltos o volando, pero lo que sí sé es que salimos de allí habiendo arreglado el mundo, los negocios y todavía lucía el sol en las Ramblas.

Pedro Chicote, en otro de sus libros, El mundo bebe (Aguilar Ediciones, Madrid 1965) provoca las siguientes preguntas y propone algunas respuestas:

“¿Por qué bebes tu? ¿Por qué se bebe?
Por refrescar, por gustar de buenas bebidas, por fastidio, por hábito, por olvidar, por estimular el apetito, por necesidad, por vicio, por golosina, por alimento, por política, por obligación, por amor, por placer, por… por presumir de hombre. ¿Qué importa cualquiera que sea la razón? Bebe bien y bebe bueno, y, si la bebida es española, mucho mejor”.


Para acabar de hacer los deberes y que no venga el gallego pegando ‘collejas de Pulpitos de Tierra’, tiramos de facsímil y consultamos a Curt Georgi en el Libro de recetas para la preparación en frío de licores, aguardientes y jarabes de frutas (Leipzig, 1913). La sorpresa es mayúscula al encontrar seis recetas para la elaboración de menta: “sencilla, extra (con esencia alcohólica), extrafina, sobrebuena, sobrebuena Crême de menthe y menta Non Plus Ultra”.

Pero el triple salto mortal carpado con rebrinco hacia atrás, lo damos al encontrar también dos recetas de Parfait-Amour: “con esencia compuesta y con esencia alcohólica”. Nos permitimos reproducir aquí las dos.

103. Parfait-Amour (con esencia compuesta) para 100 litros:
60-70 gramos Es comp. de Parfait-Amour
32 litros de alcohol de 95º
45 litros de jarabe preparados de 30 quilos de azúcar y 30 litros de agua
23 litros de agua
Color: Violeta lilas claro con color Nr.115

104. Parfait-Amour (con esencia alcohólica) para 100 litros:
1 kg Esencia de Parfait-Amour o 0,500 kg Esencia de Parfait-Amour 2 veces conc.
32 litros de alcohol de 95º
45 litros de jarabe preparados de 30 quilos de azúcar y 30 litros de agua
23 litros de agua
Color: Violeta lilas claro con color Nr.115

Para consultas sobre las recetas de Curt Georgi, aquí está el enlace a esta empresa más que centenaria.

4 comentarios:

  1. m'ha agradat molt aquesta versió erudita i ben documentada de l'experiència que ens vas explicar dijous en persona.
    et faré cas i tornaré al boadas abans no arribi això del vestit de fusta...

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  2. Uffff..... resulta enternecedor comprobar cómo son recogidas las sugerencias de servidor con tanta aplicación, incluso poniendo en serio peligro de consunción algo tan importante como el hígado.

    Pero que conste que yo creo que el pafait amour debe ser consumido a pelo, a ser posible en una sobremesa del mes de junio de esas pegajosas. Y, por supuesto, sin hielo. Me han dicho que cada tres lingotazos te corresponde un lugar a la diestra del Padre.

    Y, a todo esto, qué carallo pasa con las legumbres?

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  3. En "El formulario del licorista" (R.Vivari,1912)se pueden encontrar hasta cuatro fórmulas distintas para la preparación del licor de "Perfecto Amor".
    Espíritu de limón 200grs; espíritu de coriandro 0'5grs; alcohol de 85º 4'3grs; azúcar 2'500grs; agua 3'300grs
    (Aunque supongo que estas tres últimas cantidades son erróneas)
    En otra fórmula india que la coloración roja se hace por medio de la orchilla.
    Por cierto, ya que menciona usted a Sabina... Le recomiendo escuche atentamente "De purísima y Oro" (19días y 500noches) donde se funden parfait de amour y chicote de maravilla

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  4. Buenérrimo lo de Sabina, eso sí hay que tener oído fino o tirar de libreto.

    Acepto a "El formulario del licorista" de 1912 y subo la apuesta a una referencia de 1807. Como no, de la mano de Sebastián Damunt y publicada ayer:

    http://librosdecocinaygastronomia.blogspot.com.es/2012/05/lart-de-composer-facilement-les.html

    Salut!

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