martes, julio 8

París bello

Primera mitad del s.XIX, París. Podría ser otra gran ciudad pero no, se trata de París. Podría ser otra época pero no, ya hace casi 200 años y podría volverse a repetir.

La clase más baja del pueblo sobrevive mal alimentada.

En las tabernas se sirve carne de vaca vieja y dura agotada en la olla del caldo, incluso lo asados pasan antes por la olla para sacarle toda la sustancia. Por cuatro céntimos te dan agua de poza diciendo ser gintonic, algunos bartenders le añaden un poco de imaginación, veneno detestable, que abrevia los días de sus imprudentes bebedores.

Los vinos eran de autor. “El arte de los cosecheros de París” o como fabricar vino en la capital sin necesidad de un solo racimo. Bestseller.

El Café de los pies frios era una de esas bodegas de nuevo cuño, abierta noche y día y frecuentada por las peores gentes del lugar, muy Tarantino. Un lugar con mesas bajas en el exterior, sin sillas ni bancos y el suelo completamente enfangado. Allí servían licores y un líquido negro al que llaman café en mugrientos y destartalados recipientes de latón. Como en un macro festival de los de ahora pero en las afueras.

También está la fonda sin cama, los 24:00H, lugares que permanecían abiertos toda la noche. Allí uno no podía dormirse pues al mínimo descuido te dejan en paños menores o con suerte, con lo puesto y a correr. Como en un cajero.

Si sales de la ciudad, más allá de las murallas verás un mundo nuevo. Allí, los más afortunados comen queso corrompido y asqueroso o un pedazo de pan, el que no está embriagado está durmiendo y la higiene brilla por su ausencia. De las drogas no digo nada.

En el barrio viejo algunas callejuelas son tan estrechas que justito caben dos personas. Son lugares pestilentes en los que jamás penetró la luz.  Durante la evacuación de aguas fecales por la noche, las cloacas despiden un olor apestoso y nauseabundo. Los perros rabiosos divagan por las calles sin amo. Nadie lo creería si no lo viese todos los días.

Un París que no conoce los modales y la cortesía de la gente civilizada. Un París que es un mundo. Un mundo que está enfermo.


Libre adaptación de un pasaje del libro:

Petits mystères de Paris, de Eugène Sue
Publicado por entregas entre 1842 y 1843

Rescatado como saldo de la mesa de un librero conocido. Agradecido.


Puedes leer el libro en gUgelbUks

2 comentarios:

  1. Una gran història petita, Xesco. Oferint-nos una bona lectura.

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  2. Sigue usteccc emocionando con estos mini relatos de actualizada antigüedad... o de viejuna novedad...

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