miércoles, diciembre 8

Cenar a las tantas de Paul Richardson

Desconfío cuando cae en mis manos el libro titulado 'Cenar a las tantas' y subtitulado 'Viajes de un inglés por las gastronomías de España'.

Esbozo una sonrisa socarrona cuando ojeo en la contraportada “periodista inglés con largos años de residencia en España, vive inmerso en el mundo rural, sin embargo no es ajeno a las tendencias gastronómicas más actuales”.

Arqueo mis cejas (nunca he sabido hacerlo con una sola) cuando leo el prefacio de Juan Mari Arzak “se trata de la obra 'The late dinner, Discovering the food of Spain' del crítico gastronómico británico Paul Richardson”.

Termino de llenar mi mente de prejuicios cuando los datos de edición de Edhasa me aclaran que es una traducción Francisco Rodríguez de Lecea, recién salidita del horno en octubre de 2010. La primera edición en inglés es de 2007 y fue publicada por Bloomsbury Publishing, Londres.

Razones no me faltan para dichos prejuicios. En mis estanterías descansan diversos ejemplares que hablan de la cocina española con mayor o menor fortuna, escritos por foráneos y editados en países allende nuestra península. Como ejemplo curioso, que no malo, 'A taste of the World, featuring the best recipes from around the globe' una bellísima, excelsa y voluminosa edición de 382 páginas publicadas en 2008 por Hinkler Books (Australia), creada y producida por Weldon Owen Inc. (San Francisco). Los platos que destacan de nuestra cocina son, además de los maltratados iconos de paella, gazpacho, tortilla, croquetas y tapas, otros tan curiosos como las coques de Cataluña y Baleares, las espinacas a la catalana, el flaó balear, un arroz al horno de Elche y, para mi sorpresón, los “Almond-Pine Nut Cookies”, es decir Panellets!

Ni mucho menos pretendo criticar la edición de este ni de ningún otro libro de gastronomía, no en vano soy bibliófilo empedernido y arramblo con la misma pasión encuadernaciones en pergamino del siglo XVII, ediciones frikis ochenteras, lujosas ediciones de divinidades culinarias o mediocres ediciones del mes pasado (ésta última no sale en la foto...).

Lo que si es cierto es que a uno le entra cierto repelús cuando alguien de fuera viene a darnos la charla sobre algo tan íntimo, identitario, cultural y folclórico como nuestra gastronomía. Uno se carga de prejuicios, de arrogancia y de estupidez pensando que sólo los de aquí podemos entender de ‘lo nuestro’.

Algunos personajes que hicieron crítica sobre nuestras costumbres culinarias y que cita Paul Richardson en sus páginas son: Jean Muret, sacerdote y diplomático francés que describió su cena en una posada de Tolosa en 1666; años más tarde, nos describe la cuisine espagnole la Comtesse d’Aulnoy, dama a la última moda y de poderosa influencia; en 1845 el viajero e hispanista inglés Richard Ford nos relata sus viajes por España en su obra "Handbook for travellers in Spain"; y el prolífico Alexandre Dumas escribió con humor e ironía “De París a Cádiz” y posteriormente “Cocina Española” que luego incorporó a su afamado y póstumo título “Gran Diccionario de Cocina” de 1873. Y como colofón el dicho popular francés del s.XIX que decía de España: “des milliers de prêtres, et pas un cuisiner”, miles de curas y ni un solo cocinero…

Dicho todo esto, reconozco que con prejuicio empecé hace unos días la lectura de “Cenar a las tantas” de Paul Richardson. Ya en en el segundo párrafo del ‘prólogo a la edición española’ me dio un guantazo de humildad con una frase del poeta escocés Robert Burns quien define como un don de Dios “la capacidad de vernos a nosotros mismos como nos ven los demás”. Zas! En toda la boca! Me hace bajar finalmente la guardia tras leer la ‘introducción’ y me conquista definitivamente tras 150 páginas que llevo leídas (el libro tiene casi 450).

Documentado es poco cuando afirma que tiene su despensa llena de ingredientes españoles y  la biblioteca de libros de cocina española. Amén de citar en ese primer centenar y medio de páginas a personajes de la talla de Manuel Vicent, Rafael Núñez, James Michener, Peter Mayle, Felipe Fernández-Armesto, Julio Camba, Llibre de Sent Soví, Lorenzo Millo, el conde de Romanones, Miquel Sen, Carmen Casas, Dionisio Pérez, Marjorie Grice-Hutchinson, Ángel Muro, Gregorio Marañón…

Ahora, vencidos los miedos, prejuicios, arrogancias y estupideces variadas que condimentan el potaje diario de muchos españolitos, me dedico a disfrutar de la lectura de sus páginas, ya sea con un cálido syrah de terruño catalán o con una cerveza artesanal ‘cocinada’ con mimo a pocos kilómetros de mi sofá. Y, contra pronóstico, escribo este artículo antes siquiera de llegar a la mitad del libro…

A estas alturas, no me importaría en absoluto compartir y charlar sobre su biblioteca y la biblioteca privada de Gastromimix, saboreando alguna de las verduras que Richard cultiva junto a Nacho, una buena rebanada de pan empapada del aceite de su finca y echarnos al coleto la esencia de sus vides.

Como dice la contraportada, “éste no es un libro de cocina, es un viaje cultural y sensorial, un diario de viajes, un análisis de la conciencia de un territorio y, sobre todo, una lectura amena y divertida”. The Times dice también que “con pequeños y deliciosos detalles, construye el cuadro de una cultura en la que la comida es a la vez una religión y una historia de amor”. Doy fe amigos.

2 comentarios:

  1. Don Xesco, tengo el blog echando humo por culpa de sus ideas. La próxima vez que decida escribir algo antes lo cosensúo con usted. Después paso la gorra y vamos a medias. Bueno, no, 70-30.

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  2. Yo creo que tienes que acabar el libro. Lo compré porque lo encontré aquí, gracias. Desgraciadamente lo leo en inglés que seguro que pierde mucho con la traducción como la cocina de deconstruccion. El tipo es un poco gay pero simpático y sabe comer un rato. Yo creo que ademas tiene un gen gastronómico español aparte. Creo que es un buen libro para el principiante anglosajón con posibles gustativos pero para los de este lado del continente, al menos para los que hayan dado una vuelta gastronómica con mínima seriedad, servirá para corroborar lo que ya se sabe. Que no es poco para un rosbif.

    Cuchillero

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